Cuando alguien se pregunta: "¿Por qué me cuesta relacionarme con las personas?", suele hacerlo en un contexto donde la sociedad valora en exceso la extroversión y la capacidad de conectar fácilmente con otros. Sin embargo, pensar que solo los extrovertidos son exitosos en lo social es un error. Tanto personas introvertidas como extrovertidas pueden tener dificultades para construir relaciones sólidas. Estas dificultades no dependen exclusivamente de la timidez o la introversión; hay otros factores que también influyen.
Uno de los factores clave que explica nuestras habilidades o dificultades para relacionarnos se encuentra en la infancia. Muchos de nosotros hemos interiorizado inconscientemente las normas relacionales que nos transmitieron nuestros padres. Si ellos tenían dificultades para socializar, es probable que nosotros también las tengamos. Esto se aplica también a nuestra comunicación. Si nuestros progenitores no interactuaban mucho con nosotros o carecían de habilidades lingüísticas, es probable que eso afecte nuestras capacidades sociales. La falta de afecto en la infancia también puede influir en nuestras habilidades verbales, emocionales y conductuales.
Incluso personas extrovertidas pueden tener limitaciones en sus habilidades sociales debido a una crianza disfuncional o autoritaria, o por haber crecido en un entorno con poco contacto social. No todas nuestras dificultades para relacionarnos provienen de la infancia. En algunos casos, la causa radica en factores psicológicos o neurológicos. Entre los ejemplos más comunes encontramos el trastorno del espectro autista, como el síndrome de Asperger, que puede pasar desapercibido y dificultar la interacción social en la edad adulta. La ansiedad y el estrés también pueden obstaculizar nuestras habilidades para socializar. Además, condiciones psicológicas como el trastorno antisocial de la personalidad, la fobia social o la agorafobia pueden llevar a evitar deliberadamente el contacto social.
Las personas tímidas, más allá de su comportamiento, suelen percibir el mundo de manera diferente debido a lo que se conoce como sensibilidad para la percepción sensorial. El cerebro de estas personas necesita más tiempo para procesar los estímulos, lo que les hace ser más introspectivas y reflexivas, dificultando su adaptación a entornos sociales que requieren respuestas rápidas. El ruido, las multitudes y las situaciones nuevas pueden generarles estrés y malestar, lo que contribuye a sus dificultades para socializar. Sin embargo, esto no significa que no puedan aprender estrategias para mejorar su sociabilidad.
¿Cómo puedo mejorar mis habilidades sociales?
Todos podemos mejorar nuestras habilidades sociales. Aquí algunos consejos para empezar:
Busca entornos cómodos: participa en actividades donde te sientas a gusto y utiliza aplicaciones en línea para encontrar personas con intereses comunes. Esto facilita la interacción inicial.
Reduce la auto exigencia: no te enfoques en el miedo a fallar o en qué decir. Deja que las conversaciones fluyan naturalmente y evita juzgarte demasiado.
Apóyate en personas de confianza: comparte tus miedos con alguien que te conozca bien y que pueda ofrecerte orientación.
Fortalece tus habilidades sociales: practica pequeñas metas diarias, como conversar con un compañero o hacer preguntas. Con el tiempo, esto te ayudará a socializar de manera más natural.
Recuerda lo que dice la primera carta de Pedro 3-8, en el Nuevo Testamento: "Vivan todos unidos, compartan las preocupaciones de los demás, ámense como hermanos, sean misericordiosos y humildes". Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la importancia de la unión y la empatía en nuestras relaciones.
Finalmente, si tus dificultades para relacionarte persisten y afectan tu calidad de vida, no dudes en buscar ayuda profesional. Existen terapias que pueden marcar una gran diferencia y ayudarte a mejorar tus relaciones.
Recopilación
El PELADO Investiga
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