Rasputín, un enigma en la historia rusa, desempeñó un papel central en la decadencia de los Romanov, una dinastía marcada por intrigas y episodios sádicos a lo largo de tres siglos. Su vida, teñida de excesos y corrupción política, lo catapultó como consejero clave de los zares, especialmente la zarina Alejandra, quien lo consideraba un enviado divino.
Originario de Siberia, Rasputín, a pesar de carecer de educación formal, cultivó una imagen de taumaturgo y sanador. Su supuesta capacidad para curar cualquier mal mediante sus manos y sus "poderes mágicos" alimentaron la creencia en que era un enviado de Dios. Se le atribuía la habilidad de hipnotizar a las personas con la intensidad de su mirada, llevándolas a seguirlo ciegamente. Vinculado a un movimiento sectario llamado “Jlystý”, practicaba ceremonias de delirio y promiscuidad sexual, desafiando las normas establecidas.
En sus primeros años en San Petersburgo, Rasputín, a los 34 años, se conectó con la alta sociedad gracias a la ayuda de dos monjes ortodoxos. Aprovechó su teoría del pecado, instando a acumular el mal a través de prácticas pecaminosas, incluyendo orgías con aristócratas. Esta premisa le permitió ganarse la confianza de la Corte, y su capacidad para curar temporalmente la hemofilia del zarévich Alejandro mediante hipnosis consolidó su posición.
La zarina Alejandra, influida por la superstición y la búsqueda de remedios divinos, vio en Rasputín a un milagrero. A pesar de su estilo de vida vulgar y sus comportamientos reprochables, logró convertirla en un títere y ganarse la confianza del zar Nicolás II. Mantenido por la Corte, vivía en un lujoso piso donde continuaban las orgías. Su ascendencia era tal que llegó a influir en la elección del gobierno ruso basándose en el dinero que recibía.
La historia de Rasputín está marcada por episodios que destacan sus supuestas habilidades. Un accidente con la zarina y el zarévich, donde Alejandro se hirió con la manilla de la puerta, se convirtió en un ejemplo de sus poderes. Rasputín, fuera de San Petersburgo en ese momento, respondió a un angustiado telegrama de la zarina asegurando la curación de su hijo a la distancia, mediante plegarias. La hemorragia del joven desapareció, alimentando la creencia de Alejandra en los dones divinos de Rasputín.
Su extravagante imagen de místico y su creciente poder político le granjearon numerosos enemigos. Diversas personalidades, incluyendo la madre del zar, aristócratas, militares y políticos, intentaron asesinarlo en múltiples ocasiones antes de su muerte en 1916. Sin embargo, Rasputín parecía inmune a estos intentos.
La vida de Rasputín, entre el misterio y la controversia, dejó una profunda huella en la historia rusa. Su capacidad para manipular y ganarse la confianza de los zares, a pesar de sus hábitos cuestionables, ilustra la complejidad de las dinámicas políticas y sociales en la Rusia de principios del siglo XX. Su influencia, aunque efímera, contribuyó a la caída de los Romanov y marcó un capítulo oscuro en la historia imperial.
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