En la eternidad pasada, solo existía Dios, y en ese momento, solo había una voluntad: la de Dios. Luego, Dios decidió crear a los ángeles, aparentemente antes de la creación de nuestro mundo (Job 38, 6-7). Al principio, las voluntades de los ángeles estaban perfectamente alineadas con la de Dios. Había, en efecto, una sola voluntad en la creación divina. Pero algo cambió radicalmente. Utilizando un lenguaje poético, la Biblia describe cómo uno de los ángeles se levantó contra Dios, se rebeló e introdujo una segunda voluntad en el orden creado. Las Escrituras relatan estos eventos en dos pasajes del Antiguo Testamento: Ezequiel 28 e Isaías 14. Aunque algunos estudiosos de las sagradas escrituras, creen que estos pasajes no se refieren a la caída de Satanás, pero muchos teólogos están convencidos de lo contrario.
Al comienzo de Ezequiel 28, el profeta se dirige a un "gobernante" de Tiro. Esta ciudad histórica era conocida por sus mercaderes inescrupulosos, su idolatría religiosa y su inmoralidad sexual. El gobernante, Itobaal III, quien gobernó Tiro desde aproximadamente 590 hasta 572 a.C., es descrito así: “¡Tú, que eres un hombre y no un dios, te has considerado igual a un dios!” (Ezequiel 28-2). Después de denunciar a Itobaal, Dios dirige a Ezequiel para entregar una segunda condena al "rey" de Tiro; esta vez, la descripción parece referirse a un ser de naturaleza diferente, no un simple mortal. Dios utiliza la caída de Itobaal para describir la condición original y la caída de Satanás. Al igual que Itobaal, Satanás había levantado su corazón contra su Creador, declarando que sería un dios y convirtiéndose en el rey espiritual de Tiro y toda su idolatría.
Ezequiel describe el estado inicial de Satanás de esta manera: “(…) Eras un modelo de perfección, lleno de sabiduría y de acabada hermosura. Estabas en Edén, el Jardín de Dios, recubierto de piedras preciosas de todas las especies: sardo, malaquita y diamante, crisólito, ónix y jaspe, zafiro, topacio y esmeralda. Llevabas adornos labrados en oro y encajes preparados para ti el día en que fuiste creado. Yo había hecho de ti un querubín protector, con sus alas desplegadas; estabas en la montaña santa de Dios y te paseabas entre piedras de fuego. Eras irreprochable en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció tu iniquidad”. (Ezequiel 28, 12-15).
Satanás es descrito como un ser creado perfecto, un “querubín protector”, una orden de ángeles con acceso cercano a Dios, guardianes de su santidad (véase Ezequiel 10, 1-14; 28-14). Su ubicación en “la montaña santa de Dios” sugiere su participación en el gobierno divino. Caminar “entre piedras de fuego” indica una cercanía a Dios, justo debajo de la gloria divina (véase Ezequiel 1-27). El profeta Ezequiel continúa explicando la caída de Satanás, proporcionando una visión de cómo el mal entró en la creación divina: “(…) Eras irreprochable en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció tu iniquidad: a fuerza de tanto traficar, tu interior se llenó de violencia y caíste en el pecado. Por eso yo te expulso como algo profanado lejos de la montaña de Dios; te hago desaparecer, querubín protector, de entre las piedras de fuego. Tu corazón se llenó de arrogancia a causa de tu hermosura; corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor. Pero yo te arrojé por tierra y te expuse como espectáculo delante de los reyes. Con tus numerosas culpas, con tu comercio venal, profanaste tus santuarios. Pero yo hago brotar de ti mismo el fuego que te devora. Te reduciré a ceniza sobre el suelo delante de todos los que te miran”. (Ezequiel 28, 15-18).
El pecado entró en la creación a través de la rebelión de Satanás. Creado como una criatura libre, Satanás poseía la capacidad de elegir sus acciones. Debido a su belleza y esplendor, eligió rebelarse contra Dios. Su pecado, auto inducido, lo llevó a perder su posición, su lugar y sus posesiones. El profeta Isaías proporciona más detalles sobre las aspiraciones de Satanás: “(…) ¡Cómo has caído del cielo, Lucero, ¡hijo de la aurora! ¡Cómo has sido precipitado por tierra, tú que subyugabas a las naciones, tú que decías en tu corazón: “Subiré a los cielos; por encima de las estrellas de Dios erigiré mi trono! me sentaré en la montaña de la asamblea divina. en los extremos del norte; escalaré las cimas de las nubes, ¡seré semejante al Altísimo!”. (Isaías 14, 12-14).
Las declaraciones de "Yo haré" en Isaías 14 revelan el deseo de Lucifer de ascender más allá de su posición designada, buscando usurpar la gloria de Dios. Anhelaba ser semejante al Altísimo, deseando usurpar la posición y gloria de Dios. En lugar de ganar todo, Satanás lo perdió todo. Se le recordó que no era más que una criatura, y su solicitud para unirse a la Trinidad fue rechazada. Con su acto rebelde, Satanás introdujo una segunda voluntad en el orden creado. Ahora, hay miles de millones de voluntades que difieren de la de Dios entre la humanidad y las legiones demoníacas que siguieron a la rebelión de Lucifer (véase Apocalipsis 12, 2-4).
Sin embargo, la Palabra de Dios promete un día de restauración completa: “Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán. Ellos contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente. Tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 22, 3-5). Satanás será destinado eternamente al lago de fuego, junto con todos los que lo siguieron (Apocalipsis 20-15).
La historia de la caída de Lucifer no es solo un relato antiguo, sino una advertencia y una lección para todos nosotros. Nos muestra el peligro del orgullo y la rebelión, recordándonos que incluso una criatura tan elevada como Satanás puede caer por su propia arrogancia. En un mundo lleno de múltiples voluntades y deseos contrapuestos, que nuestras acciones reflejen un compromiso sincero con la voluntad divina, asegurándonos de que no caigamos en las trampas de la soberbia y la insurrección.
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El PELADO Investiga
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