Esto ocurrió en una tranquila ciudad en el corazón de Europa, un suceso que rápidamente fue difundido por los medios locales, dejando una profunda impresión en quienes lo leyeron.
La historia gira en torno a una pequeña de nueve años, hija única de una familia con una posición acomodada y un alto estatus social. A pesar de tener todo lo que cualquier niña podría desear en términos materiales, sentía una soledad difícil de sobrellevar. Sus padres, siempre ocupados con compromisos sociales y eventos importantes en su círculo de influencia, solían dejarla sola en casa.
Con el paso del tiempo, la soledad de la niña se hizo cada vez más evidente para sus padres, quienes decidieron regalarle un cachorro de gran tamaño, con la esperanza de que el animal le hiciera compañía. Los años transcurrieron, y entre la niña y su mascota surgió un lazo profundo. Se volvieron inseparables, creando una conexión tan especial que el perro dormía bajo su cama cada noche. Cuando la pequeña se sentía intranquila o tenía miedo, asomaba la mano debajo de la cama, y su fiel amigo se la lamía. Este gesto se convirtió en un código de consuelo y seguridad para ella.
Una noche en particular, los padres fueron a despedirse de su hija antes de salir a una reunión. Como en otras ocasiones, la niña se quedó sola en la casa, acompañada únicamente por su leal amigo. Al poco rato, se durmió plácidamente. Sin embargo, ya entrada la madrugada, un sonido extraño la despertó. Eran ruidos leves, como un rasguño, que poco a poco se hacían más intensos. Nerviosa, sin atreverse a encender la luz o salir de la cama, extendió su mano para sentir la respuesta tranquila de su perro, y la cálida lengua del animal rozó su piel, dándole una sensación de alivio. Esto fue suficiente para que volviera a dormirse.
Al amanecer, cuando la luz del día llenó su habitación, la niña notó que su amigo no estaba en su lugar habitual. Extrañada, se levantó y recorrió la casa en busca de su compañero. Al llegar al recibidor, se encontró con una imagen desgarradora: allí, el cuerpo de su perro yacía sin vida, colgado y con una herida profunda en el vientre. En el espejo del pasillo, unas palabras escritas en un tono sombrío captaron su atención: “No sólo los perros lamen”.
Consternada y aterrada, la niña no dejaba de repetir la misma pregunta, que ahora retumbaba en toda la casa vacía: “¿Quién me lamió la mano?”. Cuando los padres regresaron, la encontraron en un estado de conmoción, y por más que intentaron calmarla, la pequeña sólo repetía una y otra vez aquellas palabras.
Hasta hoy, nadie ha podido esclarecer la identidad de quien cometió tan aterradora acción, y este acontecimiento sigue siendo un misterio que ha dejado huella en la memoria de quienes lo conocieron.
Recopilación
El PELADO Investiga
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