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Quienes la vieron crecer no entendieron que lo que ella hacía no era rebeldía, era supervivencia. Ana aprendió a moverse entre la mugre, a desconfiar de las sonrisas falsas y a sostenerse sola cuando nadie más lo hacía. La calle no fue una caída para ella, fue un punto de partida. Un lugar duro, sí, pero donde podía ser ella misma sin pedir permiso.
La canción que inmortaliza su historia fue escrita por Pablo Guyot, músico y compositor argentino. Surgió, según él, como un destello: una base, una melodía que cayó de golpe. Luego vino el trabajo fino, los arreglos, el aporte de Alfredo Toth, y finalmente la inclusión en el primer disco del grupo GIT, publicado en 1984. El tema se convirtió en uno de los más reconocidos del trío, y no por su ritmo pegadizo, sino por el peso emocional que carga cada una de sus palabras.
En esta canción, Ana es retratada como una mujer de unos treinta años, linda, marginal, pero noble. Alguien que no ha perdido su humanidad, aunque haya tenido que defenderse a los gritos. Es amiga de los que nadie mira, de los que duermen a la intemperie. Toma pastillas cuando se le hace cuesta arriba, no baja la cabeza, sigue de pie. Su fortaleza no es visible a simple vista, pero está. Está en la forma en que no pide disculpas por existir.
Una de las imágenes más fuertes de la canción es esa que dice que “su cuna fue un triste agujero”. No hace falta explicar demasiado. Basta con imaginar todo lo que no tuvo, todo lo que le faltó desde el principio. Y a pesar de eso, o tal vez por eso, Ana se forjó a fuego.
La letra también sugiere, sin nombrarlo directamente, que vende su tiempo. El cómo no está del todo claro, y no importa. Porque lo central no es qué hace para subsistir, sino cómo elige no quebrarse. Hay una dignidad silenciosa en su forma de habitar la calle. En cada estribillo se repite: “La calle es su lugar”. Y no es resignación. Es una elección. No volverá atrás. No por uno, ni por veinte, ni por cien.
Lo más conmovedor es que, a pesar de todo, puede ser feliz. “Ana puede ser feliz igual”. Esa frase no es una ilusión romántica, es una declaración de independencia. Ana ha elegido no medir su alegría con la vara de los demás. No necesita permiso para sonreír. Su libertad, aunque precaria, es suya.
La canción no necesita dar más detalles. No dice de qué vive exactamente, no cuenta su rutina, no la juzga. Y en eso radica su fuerza. Porque Ana no es solo una mujer. Es muchas. Es todas. Es la representación de quienes son descartados por un sistema que solo valora lo que brilla. Ella no brilla. Ella resiste. Y eso, a veces, es mucho más poderoso.
En definitiva, Ana encontró en las calles un refugio imperfecto, pero suyo. Y ese refugio, aunque esté lleno de riesgos, también le ofrece algo que muchos no tienen: la posibilidad de vivir según sus propias reglas. Puede que el mundo no la entienda. Pero ella sí sabe quién es. Y eso basta.
Tema musical incluido en el #expediente 100, del 18.07.2025
Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 100