
El apretón de manos tiene orígenes antiguos y múltiples explicaciones. La más aceptada es que nació como prueba de paz. Al ofrecer la mano vacía, se demostraba que no se llevaba un arma y se dispersaban sospechas. Antiguas vasijas o lápidas griegas muestran figuras que se toman la mano al sellar un pacto o antes de la batalla. Los romanos también lo usaban al saludarse en el mercado, el foro o en celebraciones.
Ese simple gesto, sin embargo, alude también a un sentido más profundo. En el siglo XVII, los cuáqueros estadounidenses lo adoptaron como símbolo de igualdad. Para ellos era mejor que inclinar la cabeza o descubrirse el sombrero, porque evitaba jerarquías. Ese espíritu de fraternidad se mantiene hoy. Cuando estrechamos una mano, reconocemos al otro como un igual.
En 2015, científicos en Israel grabaron cientos de apretones entre desconocidos y observaron algo curioso. Casi uno de cada cuatro participantes olfateaba su mano después de estrechar. Esto sugiere que a nivel biológico tal vez seguimos un rastro olfativo inconsciente. Como algunos mamíferos que se reconocen por aromas, los seres humanos podrían habernos valido del tacto y el olor como formas primitivas de conexión social.
Ese gesto continuó durante la Edad Media y funcionó como prueba de lealtad o como sello de acuerdos. Durante la peste negra, sin embargo, en algunas regiones francesas el beso cayó en desuso y el apretón de manos ganó terreno. Solo tras la Revolución Francesa volvió el beso social.
Con la llegada de la gripe española en el siglo XX comenzaron las advertencias sobre el contacto físico. En 1929 una enfermera británica advirtió, en un artículo, que las manos eran “agentes de transferencia bacteriana”. Ya entonces promovía alternativas menos riesgosas, como saludarse cerrando y abriendo la propia mano en señal de respeto. Su idea anticipaba debates futuros sobre contagio y costumbres.
Años más tarde, una epidemióloga de Londres aportó otra mirada. Dijo que no se trata solo de higiene. El apretón y el beso indicarían un nivel de confianza: compartir gérmenes es una forma de afirmar vínculos. Significa “te considero seguro”, “confío en ti”. Eliminarlos jugaría incluso contra la conexión social.
La costumbre, al fin, es una creación humana que evoluciona con las circunstancias. Si antes un saludo significaba probarnos limpios o nobles, ahora significa también cuidarnos. Y en eso, tal vez, mostrar la mano vacía ya no es tan suficiente. El reto será combinar cuidado y conexión, incluso cuando cambiemos la forma en que nos acercamos.
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