El diablo a menudo solicitaba algo más que almas ya corruptas, por ejemplo, la consagración bautismal de los recién nacidos. También se suponía que alguien que había pactado con Satanás debía asistir regularmente a sus reuniones clandestinas, llamadas aquelarres y sabbats; donde se realizaban complejos rituales amorosos con la intervención de súcubos, íncubos, demonios y funcionarios públicos.
Curiosamente, los mismos crímenes y abominaciones que el cristianismo adosó a los concilios paganos coinciden perfectamente con los delitos que los romanos incriminaron a los primeros cristianos durante el siglo II d.C; esto es: fiestas y sacrificios donde se efectuaban encuentros sensuales ilegítimos y poco convencionales.
Recopilación
El PELADO Investiga
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