ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 69 | 22.11.2024

LA RED

Pasaba horas delante del ordenador, en particular “navegando” cómo dicen en diferentes páginas y portales donde me proveen de información vital para mi oficio, eh, perdonen no se los he dicho, soy guionista, me complace escribir y no historias, sin ofender, banales, tontas o huecas, intento darle significado a lo que quiero expresar cada vez que me siento frente a este maravilloso y a la vez atroz invención del hombre: “Internet” o “La Red”

Con el tiempo me he dado cuenta que Internet funciona en ocasiones al igual que las mareas: es un gigantesco cuerpo vivo donde en determinados lugares a veces hay calma y tranquilidad y en otros oleajes y marejadas.

Reconozco que en particular a aquellos que nos gusta escribir e investigar nos ha cambiado la vida, pero nos ha despojado de la capacidad de indagar en los libros reales, no virtuales que en la red encuentras por miles, quizás sea un romántico de esos tomos llenos de contenido que te llevaban a un mundo de ensueño y conocimiento, algo que la red nos usurpo, esa capacidad propia del hombre a estar horas (y no me digan a aquellos que hemos pasado la barrera de los cincuenta) que no era fabuloso.

Estar rodeados de ejemplares de diferentes tamaños ¡Y cuanto más antigua su edición mejor! Atraídos por esa fragancia a viejo, a antaño, (algunos dicen que el olor de los libros arcaicos, por cierto, aquellos dedicados a prácticas siniestras y prohibidas, son muy atractivos para los esbirros de Satanás; precisamente porque el olor de los demonios puede confundirse con el particular hedor a humedad presente en los grimorios profanos), bueno no es mi caso, pero me agrada darles este dato en particular.

Cómo pueden observar, me gusta escribir, investigar, dar credibilidad a lo que quiero comunicar. Por eso hoy recurro, sin que se ofendan mis queridos y amados libros, compañeros de la vida que siempre están esperándote, cómo ese padre de la parábola del hijo pródigo que vuelvas con los ojos cansados de estar horas arrojando palabras a la red y, no todas las veces, pero sucede, (no me digan que no les paso), que no encuentran lo que realmente buscan y sí lo hallan en algún libro olvidado en su biblioteca.

Pero no estoy aquí para contarles solo a lo que me dedico y me gusta, sino a relatarles lo que me sucedió… no hace mucho estaba en mi estudio, donde suelo pasar horas, diría todo el día… pero esa fue una jornada un poco especial y extraña ¿Por qué se preguntara? Por qué no tenía nada en particular para que mis dedos comenzaran esa peregrinación rutinaria sobre las teclas, que aún llama mi atención sin tener un conocimiento de mecanografía, me asombra cómo se mueven de tecla en tecla, creando palabras que van convirtiéndose en frases y luego en una historia.

Y así paso, comencé a escribir nada, si nada, en el procesador de textos, hasta que de pronto acontence que la historia viene por sí sola, como suele ocurrir, cuando menos lo piensas, aparecen las situaciones, la narración va tomando forma y no puedes parar, es algo involuntario, me recuerda a lo que se conoce como escritura automática o “el fluir de conciencia”, esa supuesta habilidad psíquica de una persona que escribe sin estar consciente, conocida en parapsicología como “Psicografía”, ese proceso de canalizar lo espiritual directamente en la escritura.

Ya si has llegado hasta aquí pensarás ¿Está loco? Jajaja. No me subestimes, cuando incursionas en un género narrativo sobrenatural comienzas a hurgar en un mundo que si no estás firme en lo que crees puede tentarte a conocerlo más en profundidad… bueno eso era lo que yo creía…

Ese día, lamentablemente me tendieron una trampa, me sumergí sin darme cuenta en un viaje sin retorno, me encontré atrapado en un vórtice donde ya no podía salir. Mis dedos no paraban de escribir, el procesador de textos engullía mis palabras, mis frases, estas iban tomando forma, pero no solo frente a la pantalla del ordenador sino yo era parte de esa historia. Era como si ya no hubiera vuelta atrás, no podía detenerme. Ya era tarde. Mis dedos me dolían, mis muñecas estaban inertes del dolor, mis ojos llorosos por la luminosidad del monitor frente a mí.

Como un autómata, entraba y salía de diferentes páginas, portales, sitios, era cómo si inconscientemente intentara buscar una salida, pero era todo lo contrario, me sumergía más y más en un mundo tenebroso, lúgubre y que note, no tenía fin. Hasta que de pronto todo se puso negro a mí alrededor, no podía ver siquiera un halo de luz. Deje de teclear, de buscar. No sé cuanto tiempo paso, me quede sentado, bueno en realidad no podía ponerme de pie, mis piernas no las percibía, (y no lo digo literalmente), no quería entrar en pánico, era la primera vez que fui presa de mis historias, de lo que yo escribía…

Me sobresalte cuando la pantalla de mi ordenador se encendió repentinamente… iluminando mi estudio con un fuerte resplandor, sonreí grotescamente y volvió a apagarse. En la oscuridad del recinto, percibí susurros, risitas lejanas que iban incrementándose en cantidad y volumen, venían detrás de mí, de mí biblioteca, gire con temor mi cabeza y con horror contemple bajo una tenue luminiscencia a todos mis libros, abiertos como grandes bocas riéndose exageradamente hasta el hartazgo, algunos susurraban “!Has caído en su trampa”;, “¡Eso te ha pasado por ser desleal hacia nosotros!”; “¡Traidor!”

Cerré mis ojos, podía aún escuchar sus carcajadas burlándose de mí, hasta que en un segundo íntegramente cambió: un agudo silbido ensordecedor en el aire, hizo doler mis oídos, respire despacio, tenía la sensación que por la velocidad de los latidos de mi corazón, este saldría de mi pecho, por mi cabeza calva corrían ríos de sudor, me quede inmóvil esperando que algo sucedería.

Por sí sola la pantalla de mi monitor volvió a encenderse, pero no lo hizo del modo que todo conocemos, de tonalidad blanca, sino oscuro, ese era el tinte de fondo del procesador de textos y sin que yo hiciera nada, unas palabras empezaron a redactarse, terminando en una frase en esa coloración, en mi tipografía favorita (Montserrat), al leerla me lleno de pánico y me di cuenta que ya no podía hacer nada…

¿Quieren saber que decía?

¡Bienvenido a la Red Oscura! ¡Si estás aquí ya no hay retorno…!

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 2
© Alfredo Musante

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