Llegue al lugar más tenebroso y oscuro de aquel lúgubre sitio, en medio de la oscuridad de la noche observe, gracias a la tenue luz de la luna el viejo castillo que se presentaba ante mí. Por un momento sentí temor, pero saque fuerzas de mi interior y abrí el cerrojo oxidado de aquella pesada puerta de madera. Ingrese con pasos temerosos, a la gran sala iluminada por lámparas humeantes, hacían el ambiente tétrico y el fétido olor en el aire, me pareció olor a muerte.
Subí las escaleras, amplias, eternas ya que sus peldaños parecían no tener fin. A cada paso que daba, la madera bajo mis pies crujía, como quejándose o maldiciendo mi presencia, tome con una mano una de las lámparas de la pared para poder iluminar la cruda oscuridad de aquel lugar, hasta que por fin llegue al primer piso. Una suave y fresca ventisca entraba por uno de los cristales rotos de una gran ventana frente a mí… sentí escalofríos, era como si alguien o algo me estuviera soplando su helado aliento sobre mi cara.
A medida que avanzaba por uno de los pasillos que de cada lado tenía una docena de puertas, se me hacía difícil imaginar en cuál de esas habitaciones estaría lo que buscaba. A pesar de lo valiente que creía ser, la vieja casa emitía sonidos y crujidos por todos lados, como si estuviese alertando de la presencia de un intruso a su dueño. Continuo caminado por el pasillo y el olor era cada vez más fuerte. En el pueblo tenían razón sobre este lugar y lo que pasaba en el. A pesar de ser un oficial de la ley enviado por el gobernador para esclarecer unas extrañas desapariciones en el pueblo cuyas pistas me llevaron a esta extraña casa, pensé que todo era a causa de la superchería y la ignorancia de los parroquianos.
He visto a la largo de mi carrera como oficial, rituales extraños, locos, asesinos, fanáticos y todo tipo de monstruos que el hombre en su más loca manifestaciones dejan sacar a la luz cuando pierden la razón, pero en toda mi vida nunca sentí tanto temor dentro de una casa. El nauseabundo olor proveniente de una de las habitaciones me hace detenerme observo la puerta fijamente, coloco mi mano sobre la empuñadura de mi espada, me aferro con fuerza, a pesar del frío, corre por mi cuello largas y frías gotas de transpiración, cierro mis ojos, respiro profundo y con la mano izquierda abro fuertemente la puerta y entro bruscamente.
Lo que observo dentro me llena de pánico, no puedo gesticular palabras, el mismo terror que siento en esos momentos me hacen lagrimear los ojos, se me nubla la vista, en el medio de la sala, observo a una niña de unos ocho o nueve años de edad, sentada con su amplio vestido blanco con puntillas desplegado en el suelo de la habitación, iluminada con tres lámparas ubicadas de forma extraña a su alrededor y rodeado de un circulo, me recuerda a esos pántaculos que he visto en algunos libros prohibidos de magia, mis pies no responden, fuera del circulo la rodean seis cadáveres de los parroquianos desaparecidos.
De pronto la niña gira su cabeza, clava sus ojos en mí, me sonríe, no puedo ver que chorrea de su boca, que está comiendo, se ríe, se ríe con fuerza, me acerco con temor, le digo que se ponga de pie, le pregunto que hace sola en este lugar rodeada de esos cadáveres, sin que me dé cuenta, me toma con una de sus manos desde el tobillo, no me pregunten cómo, pero me hace caer al suelo, la lámpara que estaba en mi mano se cae y se estrella en mil pedazos, quiero desenfundar mi espada, pero no puedo, la niña de un salto cae sobre mi…
Tomándome del cuello comienza a sofocarme, su mirada vidriada, perdida, un olor fétido sale de su boca, es imposible que una niña tenga tanta fuerza sobre una persona mayor adulta… Le intento hablar, le digo que se detenga, que hace allí quien es… ella se detiene por un momento acerca su cara a la mía y me dice:
“¿Quién soy? ¡Tu muerte!”
Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 6
© Alfredo Musante