ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 95 | 13.06.2025

SOL Y OSCURIDAD: EL CONFLICTO ETERNO DEL VAMPIRO

La figura del vampiro ha estado presente en las tradiciones y mitologías de diferentes culturas a lo largo de la historia, pero lo que conocemos hoy sobre estas criaturas y su vulnerabilidad a la luz solar es una creación relativamente reciente, directamente relacionada con el cine. De hecho, la idea de que los vampiros mueren al entrar en contacto con el sol no tiene una base en las leyendas antiguas ni en el folklore, sino que es el resultado de una interpretación popular que comenzó a consolidarse con el cine mudo, en particular con la película “Nosferatu: una sinfonía de horror” de 1922. Este filme, uno de los más representativos del expresionismo alemán, es generalmente reconocido como el primer gran exponente de este mito.

Antes de esa película, las criaturas míticas que chupaban sangre no tenían la vulnerabilidad a la luz solar que los modernos vampiros parecen sufrir. En la Edad Media, eran principalmente descritos como seres nocturnos, adaptados para acechar en la oscuridad, pero sin una vinculación directa con la luz del sol como causante de su muerte. Su aversión por el día tenía más que ver con su especialización como cazadores nocturnos, ya que, al igual que otros depredadores, su capacidad para moverse y cazar se veía seriamente limitada durante las horas de luz.

Los vampiros medievales, a menudo asociados a enfermedades o plagas, mostraban ciertas dificultades para moverse o actuar bajo el sol, pero no se les atribuía necesariamente una muerte fatal por exposición a la luz solar. La pregunta sobre por qué los vampiros preferían la noche, a pesar de que la luna refleja la luz solar, ha intrigado a muchos estudiosos. En “Drácula”, la famosa novela de Bram Stoker publicada en 1897, plantea que los vampiros no temen la luz solar, sino que su naturaleza está más adaptada a las condiciones de la noche, donde las víctimas son más vulnerables.


Stoker sugirió que los vampiros, como depredadores de los humanos, están en su punto más fuerte cuando sus presas están más débiles, es decir, durante la noche. Mientras los humanos son criaturas diurnas con un metabolismo influenciado por la luz solar, los vampiros tienen un ciclo de actividad que coincide con el nuestro cuando estamos más vulnerables. Durante la noche, los seres humanos están dormidos, sumidos en un estado de inconsciencia, y son mucho más fáciles de atacar por estas criaturas. La oscuridad, en este sentido, es un elemento esencial que les permite cazar con mayor efectividad.

A partir de la obra de Stoker, el mito del vampiro comenzó a evolucionar y, con el tiempo, se introdujo la noción de que la luz solar era letal para estas criaturas. Aunque en la novela de Stoker no se menciona explícitamente la vulnerabilidad mortal de los vampiros al sol, muchos autores posteriores desarrollaron este aspecto, creando una figura más cercana al vampiro que conocemos hoy, uno que no solo se oculta en la oscuridad, sino que puede ser destruido con la exposición directa a la luz del sol.

En este contexto, la idea de que los vampiros mueren al sol puede interpretarse como una metáfora de cómo los horrores de la oscuridad, los miedos y las pesadillas, pierden su poder al enfrentarse con la luz de la razón. La luz del sol, al despojar a los vampiros de su poder, podría simbolizar la racionalidad y la claridad que disipan la oscuridad y los misterios de la mente humana. Así, la luz solar podría verse como un agente purificador que reduce a cenizas lo que alguna vez fue un temor primordial, algo que solo tiene poder en las sombras.

Este mito moderno sobre los vampiros, aunque fascinante y aterrador, también refleja una tradición más amplia de cómo las culturas han temido lo desconocido. La representación del vampiro como una criatura que huye de la luz solar refleja nuestra lucha interna con los miedos irracionales y las fuerzas oscuras que acechan en las sombras, esperando la oportunidad para salir a la superficie. Al igual que las criaturas nocturnas de las antiguas leyendas, los vampiros siguen siendo símbolos de lo inexplicable y lo incontrolable, resistiéndose a la lógica y la claridad del día, un recordatorio de que siempre hay algo más allá de lo que nuestra mente racional puede entender.

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El PELADO Investiga
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