ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 59 | 13.09.2024

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LLANTO, PLACER Y MUERTE: LAS BUSTUARIAE

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La Antigua Roma, conocida por su diversidad cultural, también fue hogar de una compleja y variada comunidad de mujeres que ejercían el oficio más antiguo del mundo, siendo el proxenetismo su inmediato precedente. Ninguna otra cultura, ni antes ni después, mostró tantas distinciones y matices en relación con estas mujeres.

En el año 1 d.C., la ciudad de Roma albergaba alrededor de 32.000 prostitutas registradas. Este grupo diverso incluía a las meretrices, únicas en pagar impuestos por su tarea; las Prostibulae, que ofrecían sus servicios en cualquier lugar; las Delicatae, acompañantes de alta categoría para hombres acomodados; las Famosae, mujeres de familias patricias que, por necesidad o placer, se dedicaban a ser amantes; las Ambulatae, damas que trabajaban en la calle; las Lupae, que laboraban en los bosques; y las más enigmáticas de todas, las Bustuariae.

Conocidas genéricamente como Noctilucae o "polillas nocturnas", estas mujeres de rasgos particulares se movían por los cementerios en busca de clientes especialmente perversos. Se dividían en dos categorías inquietantes: las Diabolariae, que ofrecían servicios en lugares imprevisibles, y las Bustuariae, reinas de los cementerios. Séneca, aunque de pasada, menciona las actividades nocturnas de estas cortesanas del deleite sexual, quizás para evitar acusaciones de ser un cliente habitual. Estas mujeres recorrían los cementerios durante la noche, ofreciendo sus servicios sobre tumbas y lápidas, según las acusaciones de Séneca.

Contrariamente a las sugerencias de este, las Bustuariae practicaban la prostitución en los cementerios no por placer, sino porque durante el día trabajaban como lloronas en los entierros. Gracias a esta labor diurna, conocían perfectamente la geografía de los cementerios romanos, y por una errata judicial, en estos lugares no aplicaba la Ordenanza de Opio, que prohibía a las mujeres trabajar con sus cuerpos en sitios públicos.

La demanda principal provenía de los deudos a quienes acompañaban llorando durante el día. Muchos viudos, después de enterrar a sus esposas, se entregaban a estas serviciales damas, ya que estas ejercían un encantamiento lacrimoso, un llanto sensual que, acompañado de gemidos y lamentos guturales, despertaba el deseo.

Muchas leyendas las relacionan con fantasías escandalosas sobre hombres que pagaban fortunas para simular estar muertos e interactuar con ellas sobre la tierra húmeda de las tumbas. Licia, una de las pocas cuyos nombres han trascendido, se hizo famosa por atender a clientes en sepulcros y mausoleos de personajes importantes. Las Bustuariae formaban parte de una cofradía selecta. Compartían una palidez sepulcral, movimientos lentos y acompasados, y una mirada capaz de helar el corazón más intrépido. La leyenda señala a una en particular, Nuctina, la Bustuariae más siniestra de todas.

Sus servicios costaban dos áureos, y aquellos que veían sus facciones perfectas aceptaban gustosamente ese precio. Tras el encuentro amoroso, colocaba las monedas sobre sus párpados cerrados y se introducía en su tumba, donde el cliente sorprendido veía una lápida con su propio nombre. Estos hombres, pagaban con sus almas el cuerpo de Nuctina, un precio que no consideraba excesivo. Las historias de las Bustuariae revelan un capítulo oscuro en la historia de la Antigua Roma, donde la vida y la muerte se entrelazaban de maneras inesperadas en los oscuros confines de los cementerios.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 29

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