Interpretado por Sam Neill en la piel de Damien Thorn, el Anticristo, en la película “La Profecía 3, el Conflicto Final”, estrenada en 1981, es un fascinante ejercicio de expresión dramática y retórica desafiante. Este soliloquio, pronunciado con una intensidad magnética, nos sumerge en la mente y el corazón de un personaje que encarna la dualidad entre la devoción hacia su padre, Satanás, y un desprecio feroz hacia Jesucristo y su credo. A través de una cuidadosa elección de palabras, Neill transmite la complejidad de un ser que desafía las convenciones teológicas, delineando un discurso que va más allá de la mera rebeldía, explorando la ambición y la determinación inquebrantable de este antagonista único. En esta introducción, nos adentraremos en las capas profundas de este monólogo, explorando cómo cada palabra, cada frase, contribuye a la construcción de un personaje intrincado y memorable. Analicemos cada párrafo en detalle:
→ Párrafo 1
“Padre mío, señor del silencio, dios supremo de la desolación. Aunque la humanidad te denigra sufre por adorarte, fortalece mi propósito de salvar al mundo de la segunda prueba de Jesucristo y su credo mundano y sucio”.
En este inicio, Damien Thorn inicia su discurso con una tríada de títulos reverentes dirigidos a un ser supremo: "Padre mío", "señor del silencio" y "dios supremo de la desolación". Se establece una relación ambivalente entre la humanidad y esta deidad, indicando que a pesar de la denigración que sufre por parte de la humanidad, Damien encuentra un sufrimiento en su adoración. El propósito de salvar al mundo de la segunda prueba de Jesucristo se presenta como la motivación central de su discurso, señalando la crítica hacia el credo de Jesucristo como algo mundano y sucio.
→ Párrafo 2
“2000 años han sido suficientes, muéstrale al hombre el éxtasis de tu reino, transmítele la grandeza de la melancolía, la divinidad de la soledad del mal, la pureza del mal, el paraíso del dolor”.
En este fragmento, Damien utiliza la cifra simbólica "2000 años" para simbolizar el tiempo suficiente que ha pasado desde la existencia de Jesucristo. La petición de mostrar al hombre el éxtasis del reino y transmitir la grandeza de la melancolía y la divinidad de la soledad del mal reflejan la ambición de Damien de revelar una realidad alternativa, presentando el mal como algo puro y un paraíso en el dolor.
→ Párrafo 3
“Qué imaginación pervertida le ha dicho al hombre la mentira de que el infierno se encuentra en las entrañas de la Tierra. Sólo existe un infierno, la monotonía ordinaria de la existencia humana. Sólo hay un cielo. El Éxtasis del reino de mi padre”.
Este párrafo comienza con una crítica a la percepción convencional del infierno, cuestionando la idea de que está en las entrañas de la Tierra. Se establece que el verdadero infierno es la monotonía de la existencia humana. Luego, se presenta una visión exclusiva del cielo como el "Éxtasis del reino de mi padre", sugiriendo un reino paradisíaco asociado a la figura de su padre, o sea Lucifer.
→ Párrafo 4
“¿Nazareno charlatán que puedes ofrecerle a la humanidad? Desde la hora en que fuiste expulsado de la herida abierta de una mujer no has hecho más que ahogar al hombre y sus deseos intensos en un diluvio de moralidad hipócrita. ¡Has enardecido la mente de los jóvenes con tu dogma repugnante del pecado original y ahora lo niegas a él que es la felicidad máxima después de la muerte!”
La retórica desafiante de Damien se intensifica al referirse a Jesucristo como un "Nazareno charlatán", acusándolo de ahogar los deseos humanos en un diluvio de moralidad hipócrita. La crítica se dirige al dogma del pecado original y a la negación de la felicidad terrenal después de la muerte, presentándolo como un engaño. Se establece una dualidad entre la concepción de ambos como hombres.
→ Párrafo 5
“Los dos fuimos creados hombre. Pero tú naciste de un Dios inútil y yo fui concebido de un chacal, nací de Satanás, el desolado, el clavo, tu dolor en la cruz sólo fue insignificante comparado con la agonía de mi padre, que fue expulsado del cielo, el ángel caído, arrojado, humillado, yo hundiré más las espinas en tu cadáver, repugnante, profanador de vicios. ¡Nazareno maldito! ¡Satanás yo vengaré tu tormento destruyendo al Cristo para siempre!”
Este fragmento destaca la supuesta superioridad de Damien sobre Jesucristo al afirmar que nació de un Dios inútil, mientras él mismo fue concebido por Satanás. Se explora la agonía de su padre, Lucifer, comparándola con la crucifixión de Cristo. La promesa de hundir más las espinas en el cadáver de Cristo revela una sed de venganza y repulsión hacia Jesucristo, al que se refiere como un "repugnante, profanador de vicios". La proclamación final de venganza hacia Jesucristo cierra el discurso con una declaración intensa y desafiante.
En este monólogo, Sam Neill logra transmitir la complejidad del personaje de Damien Thorn, fusionando elementos de devoción, desafío y desprecio hacia lo divino. La retórica utilizada revela una profunda convicción en la superioridad de su causa, encarnando la figura del Anticristo con una determinación feroz. La crítica al credo cristiano y la afirmación de su ascendencia de Satanás establecen una narrativa alternativa que desafía las creencias establecidas. Este discurso se convierte así en un momento clave que subraya la rebeldía y la ambición del personaje, añadiendo capas de complejidad a la narrativa y creando un impacto emocional duradero en la audiencia.
Recopilación
El PELADO Investiga
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