Desde la Edad Media hasta hoy, los monstruos han cautivado nuestra imaginación. En aquellos tiempos, esta fascinación se reflejaba en diversos libros que detallaban a estos seres, pero uno de ellos sobresale por encima de todos: el Liber Monstruorum, que significa "El Libro de los Monstruos". Este compendio, elaborado en el siglo VIII, constituye una de las listas más intrigantes de criaturas fantásticas de su época. Algunos lo atribuyen al erudito anglosajón conocido como el abad Anselmo; otros consideran que fue el resultado de colaboraciones entre diversos intelectuales de ese periodo.
A pesar de que siglos después, en la era moderna, seguimos fascinados por los monstruos, los conceptos sobre qué es un monstruo han cambiado significativamente. En la Edad Media, estos seres debían habitar en territorios lejanos o desconocidos para ser considerados verdaderas bestias. Era posible cruzarse con criaturas como trolls, elfos, duendes, gnomos o hadas en el bosque cercano a la aldea, pero eso no los convertía en monstruos en el sentido estricto de la palabra.
Para el naturalismo medieval, eran criaturas salvajes, parte de la naturaleza, pero distantes y ajenas a la vida civilizada. En cambio, hoy consideramos monstruos a aquellos seres imposibles de encontrar en el plano real, más allá de los meros descubrimientos zoológicos de especies desconocidas. Con esta idea de fondo, el Liber Monstruorum se fundamenta en la creencia de que los monstruos habitan en tierras lejanas aún inexploradas, no como criaturas originales del libro, sino como recopilaciones de leyendas y mitos sobre estos seres fantásticos.
Para avalar la existencia de estos monstruos de tierras remotas, recurre a fuentes cuestionables, incluyendo cartas atribuidas a Alejandro Magno, donde describía extrañas criaturas que afirmaba haber encontrado en su conquista hacia el este. Este antiguo catálogo se inspira en gran medida en los mitos griegos, por lo que describe figuras conocidas como las sirenas, faunos, sátiros, arpías, basiliscos, lamias, Erinias y Furias. Además, introduce personajes menos conocidos, como Groac'h, la hechicera de Hansel y Gretel, y Glog, un cazador de monstruos de la Edad Media.
A continuación, los invito a que revisemos juntos a cinco de los monstruos más inusuales que aparecen en el Liber Monstruorum:
1. Cinocéfalos: En griego, significa “cabeza de perro” y es exactamente como se describe a estos seres, procedentes de la India. Se cree que la inspiración para esta criatura pudo surgir de las imágenes egipcias de Anubis, una figura con cabeza de chacal. Estos seres, por extraños que parezcan, fueron asociados con el cristianismo temprano, al punto de que San Cristóbal es representado en ocasiones con cabeza de perro. La leyenda cuenta que, antes de conocer a Jesús, había vivido entre los habitantes de Canaán —los “canes de Canaán”—, de quienes habría aprendido hábitos rudos, como ladrar a la luna o consumir carne humana.
2. Monópodos: conocidos como Sciápodos, eran criaturas humanoides de un solo pie, lo suficientemente grande como para usarlo como sombra. Se les conoce como “pie-sombra” y en el Liber Monstruorum se habla de ellos a partir de referencias clásicas, como en la comedia “Los Pájaros” de Aristófanes o la obra “Historia Natural” de Plinio el Viejo, quien asegura que estos seres fueron vistos en la India. Se dice que son capaces de saltar con destreza gracias a su única pierna. Este tipo de seres mitológicos también fue mencionado por autores como Filóstrato, Isidoro de Sevilla y San Agustín, quien los relaciona con criaturas nacidas de las cruzas entre los descendientes de Noé y animales a bordo del Arca.
3. Epifugi: son seres descritos como humanos sin cabeza, con ojos en los hombros y los órganos del rostro en el pecho. Esta figura también se conoce como los akephaloi en la mitología griega y los blemias en la latina. Estas criaturas habrían sido investigadas inicialmente por Herodoto, quien los ubicó en Etiopía y, en ocasiones, en Libia, mientras que Plinio también los coloca en África, en la región de Nubia. Sin embargo, no todos los seres sin cabeza comparten las mismas características. Por ejemplo, mientras los blemias tienen la nariz y la boca en el pecho, los Epifugi del Liber Monstruorum presentan ojos en los hombros.
4. Personas con ojos que brillan en la oscuridad: Este tipo de criatura aparece con el nombre literal de “personas de estatura razonable cuyos ojos brillan como linternas”. Se trata de seres que solo se mueven durante la noche, atemorizando a los viajeros que se cruzan en su camino. Una característica particular es que su llanto tiene el poder de enloquecer, ya que es emitido a través de varias bocas. Plinio, en cambio, atribuye este fenómeno a la imaginación exagerada de los testigos, especulando que las múltiples voces serían el resultado de su habilidad para imitar el habla humana a partir de sonidos guturales.
5. Personas con orejas gigantes: Otro ser sin nombre específico, caracterizado por poseer orejas de gran tamaño, capaces de cubrir parte de su cuerpo, lo cual les servía para protegerse del sol. Según este texto, habrían migrado hacia Europa desde los desiertos orientales y usaban sus orejas para esconderse en la oscuridad. Sin embargo, esta estrategia resultaba poco efectiva, ya que sus orejas solo cubrían hasta sus rodillas, lo que los hacía fácilmente identificables y, con el tiempo, casi los llevó a la extinción.
El Liber Monstruorum ofrece una extensa variedad de estas descripciones fantásticas, en las cuales la palabra “monstruo”, derivada del latín monstrum, se asociaba a deformidades o características exageradas de figuras humanas. Para quienes vivieron en la Edad Media, los monstruos eran una muestra de lo extraño y lo raro dentro de lo humano, sin necesariamente provocar temor o rechazo, pero sí suscitando asombro y curiosidad.
Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 67