ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 88 | 11.04.2025

LA INDUSTRIA DE LA MUERTE INFANTIL


En la Inglaterra victoriana, las apariencias lo eran todo. Una mujer soltera embarazada era vista como una desgracia social. Para muchas jóvenes que trabajaban como sirvientas, quedar embarazadas del patrón significaba el fin de su empleo, de su reputación y de cualquier posibilidad de una vida digna. Sin opciones reales, eran obligadas a entregar a sus hijos recién nacidos.

Ahí es donde entraba en juego un oscuro engranaje del sistema: las llamadas granjas de bebés. Estos lugares se publicitaban como hogares de adopción o cuidado infantil temporal, ofreciendo recibir al bebé a cambio de una tarifa. A simple vista, parecía una solución compasiva para madres desesperadas. Pero la realidad escondía una pesadilla.


Algunos de estos "granjeros de bebés" no tenían intención de cuidar a los niños. Al contrario, los veían como una carga económica y, peor aún, como una fuente de ingreso desechable. Para mantenerlos callados y controlados, muchos usaban un producto común en la época: Godfrey's Cordial, una mezcla de alcohol y opio que adormecía a los bebés por horas. Bajo este sedante, los niños dejaban de llorar… y de comer. Muchos morían lentamente por desnutrición, mientras sus cuidadores simplemente esperaban a que los efectos hicieran lo suyo.

Cuando el bebé moría, se deshacían del cuerpo, volvían a anunciar sus servicios y el ciclo comenzaba otra vez. No era solo negligencia. Era un negocio estructurado sobre la muerte.

El escándalo estalló con casos como el de Amelia Dyer, considerada una de las asesinas seriales más prolíficas de la historia británica. Su historia reveló el horror sistemático que escondían estas granjas.

Hoy, ese capítulo oscuro sigue siendo un recordatorio brutal de lo que ocurre cuando la vulnerabilidad se convierte en mercancía.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 88

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