
Empieza evocando ese espacio personal: “en mi cuarto se refugian las heridas que me han hecho los golpes de la vida”. Esa frase nos atrapa con fuerza. No es solo el relato de un dolor, es la revelación de un escondite emocional donde el protagonista se retira para sanar, para resguardarse de críticas, de cuestionamientos.
En ese santuario íntimo ha vivido también “horas hermosas en secreto”, donde el cuarto se convierte en escenario de emociones amorosas, cercanas, clandestinas. Se respira la complicidad de un mundo interior donde nadie molesta, y el silencio se convierte en cómplice de los latidos del corazón.
El cuarto es más que un refugio: también es un espacio de crecimiento. “Tengo hermanos a montones, tengo libros que aclararon mis errores”. Esa frase lo dice todo. Cada libro es un espejo, una lección; cada página, una compañera en la travesía personal. Y junto a la guitarra, el cuarto se convierte en confesionario y templo: una plegaria suena en las cuerdas, y el protagonista no está solo: está acompañado por su propia voz, por la música que brota en soledad.
Hay un instante luminoso: “ha trepado por mi cama un amigo”; no se trata de una persona, es el sol entrando, jugando sobre la frazada. Es un soplo de calidez que lo envuelve, un gesto de la naturaleza que lo reconforta. Y entonces lo confiesa con firmeza: “no estoy solo”. El cuarto se revela como lugar de transformación, donde el adentro se conecta con el afuera, donde la oscuridad puede convertirse en amanecer.
Vivencia no solo canta, sino que pinta con palabras un lugar íntimo, cercano, universal. Un espacio que cada oyente reconoce como propio: ese rincón donde se puede ser realmente uno mismo.
El álbum “Mi cuarto” fue lanzado en 1973, dentro del auge del rock y folk argentino, y llegó como un respiro acústico en una época dominada por sonidos eléctricos. El proyecto de Fazio y Ayala mezclaba la guitarra acústica con armonía vocal delicada, influenciado por el espíritu libre de Woodstock, ese quiebre cultural que marcó el músico folk-rock en todo el mundo.
Fue un disco valiente: cuatro canciones formaban parte de una obra conceptual llamada “Vida y vida de Sebastián”, casi una ópera folk, y una de esas canciones fue este tema sencillo pero profundo que dio nombre al disco. En la televisión y la radio del momento, este estilo resonó entre quienes buscaban una música que acompañara su propia introspección.
“Mi cuarto” no vendió millones, pero sí considerablemente para su nicho: se convirtió en un punto de referencia cuando alguien quería evocar la privacidad y el consuelo de un lugar que es solo propio. Se escuchaba en reuniones, en fogones, en encuentros, en plazas: un tema que se extendió por su capacidad de tocar lo íntimo, sin estridencias.
La poesía de este tema se sostiene en imágenes sencillas y sensibles, pero cargadas de emoción. Es un canto a la introspección, al refugio, pero también a la liberación: cuando el sol entra por la ventana, esa habitación deja de ser claustro y se convierte en ventana al mundo.
Tema musical incluido en el #expediente 97, del 27.06.2025
Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 97