ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 115 | 31.10.2025

RONALD REAGAN Y EL NACIMIENTO DEL IMPERIO DE DIOS (Parte 3)


EL PRESIDENTE FUNDAMENTALISTA

Seguimos investigando. En esta tercera entrega del expediente Reagan, exploramos cómo el cine, los medios y la cultura pop construyeron una narrativa apocalíptica funcional al poder, legitimando guerras santas, enemigos invisibles y el rol mesiánico de Estados Unidos como “salvador del mundo”.

Durante la Guerra Fría, Hollywood fue mucho más que una fábrica de entretenimiento. Fue un arma. Y Ronald Reagan, que venía de ese mundo, lo sabía perfectamente. No era solo actor. Fue también presidente del sindicato de actores y del Comité de Actividades Antiestadounidenses, colaborando activamente en las listas negras anticomunistas. Por eso, cuando llegó a la presidencia, entendió que la batalla por el poder debía darse también en el plano simbólico.

La alianza entre el Pentágono y Hollywood se profundizó durante su gobierno. El cine empezó a mostrar un nuevo tipo de héroe: el redentor armado, el soldado espiritual, el guerrero justiciero. Películas como “El Cazador” (1978), “Red Dawn” (Amanecer Rojo) (1984), “Rambo II” (1985), “Delta Force” (1986) presentaban al enemigo como una amenaza existencial, siempre extranjera, siempre demonizada. La URSS, los árabes, los narcotraficantes latinos, los vietnamitas: todos formaban parte del eje del mal.

Pero debajo de esa superficie geopolítica, se instalaba una narrativa religiosa: la del enfrentamiento final entre el Bien y el Mal. El héroe era Cristo con ametralladora, y el mundo debía arder para poder ser salvado.

Un ejemplo clave es “The Day After” (El día después) (1983), una película para televisión que mostraba los efectos de una guerra nuclear en Kansas. Reagan la vio en la Casa Blanca y escribió en su diario: “Es muy perturbadora, pero probablemente necesaria”. Semanas después, aumentó el presupuesto para armamento nuclear. El miedo era funcional a la política.

Otro eje de esta estrategia fue el control de los medios evangélicos. Durante su presidencia, se multiplicaron los canales cristianos que mezclaban predicación con geopolítica. El “Club 700”, dirigido por Pat Robertson, llegó a millones de hogares con una agenda clara: preparar a los fieles para el Armagedón y legitimar las decisiones del gobierno. Lo que decían en CNN o NBC se debatía en Fox, pero lo que se proclamaba desde los púlpitos llegaba directo al corazón.

Reagan, además, impulsó el “Projecto Truth”, una operación de propaganda internacional financiada por el Departamento de Estado para difundir noticias falsas y relatos favorables al intervencionismo norteamericano en América Latina, Asia y África. Bajo el disfraz de “valores democráticos”, exportaban miedo, fe ciega y obediencia.

Incluso las películas animadas y la cultura juvenil fueron colonizadas. En “He-Man”, “Thundercats” o “G.I. Joe” los enemigos son fuerzas del mal absolutas, sin matices. Los buenos, armados con tecnología y valentía, siempre vencen. El mensaje es claro: la violencia justa está bendecida.

Esta construcción simbólica también llegó a los videojuegos. En 1987, se lanza “Operation Wolf”, donde el jugador elimina enemigos genéricos en países ficticios. En los ‘90, “Doom” y “Quake” convierten al jugador en un “elegido” que lucha contra demonios en escenarios apocalípticos. La narrativa del fin del mundo se vuelve interactiva. El Apocalipsis, un juego.

La música tampoco quedó al margen. Bandas como Metallica, Megadeth o Slayer —aunque críticas en su mensaje— usaban estética bélica y bíblica, reforzando la idea de que el fin estaba cerca. Al otro extremo, el gospel evangélico instaba a la preparación espiritual ante la inminente venida de Cristo.

El resultado fue un sentido común moldeado por símbolos que apuntaban todos en una misma dirección: el mundo se cae a pedazos, y solo la fe —armada— puede salvarnos.

Reagan, en tanto, se presentaba como un pastor con poder nuclear. En cada discurso hablaba del “renacer espiritual de América”, pero en realidad era la construcción de una teocracia simbólica: un imperio donde la cruz y el misil iban de la mano.

Lo más preocupante es que esta estrategia trascendió su gobierno. El modelo Reagan fue replicado por Bush padre, Bush hijo, Trump y otros líderes de ultraderecha que supieron usar el miedo y la fe como combustible político. Hoy, el Apocalipsis no solo se predica: se administra, se diseña y se financia.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 101

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