
A diario enfrentamos la encrucijada de tomar decisiones que nos ponen en vilo. Esa sensación de duda funciona como brújula en muchos casos, ayudándonos a discernir y reflexionar. Pero hay un tipo de duda que no genera claridad, sino que siembra parálisis y obstaculiza el avance.
Pensalo: si titubeas sobre el movimiento natural de tus piernas al bajar una escalera, esa vacilación puede interferir en la acción. Pasarás de descender con soltura a analizar cada paso, y ese análisis puede sabotear tu impulso. Así sucede en la vida: si no te arriesgas, por pequeño que sea el paso, no te moverás de lugar. Después de observar, llega el momento de saltar.
A veces nos sentimos desorientados, envueltos en una maraña de pensamientos sobre lo que podría pasar o lo que otros podrían pensar. Y es el miedo el que se impone, debilitando nuestra convicción y empujándonos a evitar decisiones. Es más cómodo encogerse, fingir que nada pasa, postergar. Pero esa dilación nace de un fantasma interior.
La confianza en uno mismo es un desafío cotidiano. Cuando intentamos algo nuevo, la duda aparece sin invitación. Nos deja en un limbo, nos hace desconfiar de nuestras capacidades. Por eso es vital cuestionar esas voces internas que nos subestiman, especialmente si no tienen base sólida. ¿Cuántos “no puedo” no resisten un análisis sencillo?
¿Y si hacemos caso a esas dudas solo el tiempo suficiente para analizarlas con calma? Quizás te dicen no sirvo para esto, pero ¿hay pruebas? Inspecciónalas. Probablemente no hay tanto fundamento.
Acepta que dudar no te hace menos capaz. La duda es señal de vida, no de debilidad. Identifica el miedo detrás de ese sentimiento. Pregúntate “¿qué es lo peor que podría pasar?” y evalúa si es realista. Esa mirada suele aliviar presión interna y aclarar emociones.
Hace una lista de pros y contras. Valora si las oportunidades pesan más que los inconvenientes. Ese contraste fortalece la visión.
Evita sobre racionalizar. Haz una pausa, siéntete en cada opción, imagina cómo te hace sentir. Muchas veces, lo que temes no se sostiene si lo miras con calma. No desperdicies energía en mascar pensamientos que no aportan.
Ármate de valor. Decide desde tu interior, sin escuchar lo que los demás podrían decir o pensar. No estás obligado a convencer a otros, solo a ti.
Permítete vivir bajo tu decisión. Si no fue todo lo que esperabas, no te culpes. Regresa, ajusta el rumbo o emprende otro camino. Incluso equivocarse es parte del viaje.
Recuerda: no hay decisiones buenas o malas, ni una única elección correcta. Lo esencial es actuar desde tu sabiduría y tu cariño propio. Solo viviendo las experiencias sabremos qué sentimos y qué deseamos.
Y surge nuevamente la pregunta: ¿Por qué dudamos?
1.- Por miedo: a fallar, a perder, a ser juzgados, a sufrir, a quedarnos solos. También por miedo al cambio, a soltar lo conocido.
2.- Por nueva información que lo desordena todo. Nos hace cuestionar lo que pensábamos, y eso genera angustia.
3.- Por un excesivo análisis: buscamos el detalle perfecto y nos enredamos, convencidos de que cada decisión es una sentencia vital.
El miedo impide ver lo que realmente quisieras. Reconócelo, invítalo a alejarse para poder ver con claridad tu deseo.
Cuando te sientes digno de diseñar tu vida, las decisiones pequeñas (qué helado elegir, dónde comer, cómo vestirte, con quién compartir algo) se vuelven más fáciles. Dejas de preocuparte por cómo te ve el otro y conectas con tu deseo real.
Todos queremos ser queridos y aprobados. Pero primero debes quererte tú. Tus elecciones importan más que cualquier mirada externa.
Si algo nuevo sacude tus creencias, date chance de observarlo. ¿Te aporta paz o te inquieta? Lo que te agita puede no ser verdad absoluta. Construye tus propias convicciones, con flexibilidad para integrar lo que suma y dejar de lado lo que no te hace bien. Nadie te obliga a pensar de un modo: tienes libertad para elegir tus pensamientos, sentimientos y acciones.
Es momento de recuperar tu poder: reconoce que mereces decidir, crear tu existencia según tu creatividad y amor interior. No bases tus elecciones en lo que hacen los demás o en las modas. Cultiva un criterio propio, similar al otro, pero auténticamente tuyo.
De vos depende
Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 107