ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 114 | 24.10.2025

JARED KUSHNER ¡EL ANTICRISTO ESTÁ AQUÍ Y AHORA!


Durante dos años el conflicto en Medio Oriente se ha extendido como una herida abierta que no deja de supurar. En la superficie se habla de diplomacia, de acuerdos, de esperanza. Pero debajo de esa costra de discursos hay algo más profundo, más oscuro, algo que parece responder a una secuencia escrita hace siglos. El 7 de octubre marcó dos años desde el último estallido de violencia, y desde entonces los medios han vuelto a repetir una misma palabra: paz. Sin embargo, algunos aseguran que esa paz no es un fin, sino el principio de algo mucho más siniestro.

En medio de ese tablero global aparece una figura que se mueve con precisión quirúrgica, casi invisible, pero presente en cada paso decisivo. Jared Kushner. El yerno de Donald Trump. Un hombre sin experiencia militar, sin trayectoria política previa, pero que de pronto se convirtió en el arquitecto de un plan que busca reconciliar a Israel con sus vecinos, firmar tratados, levantar puentes, sellar pactos. Su nombre se repite una y otra vez en los informes, en las conversaciones diplomáticas, en las cumbres que prometen poner fin a una guerra eterna. Pero para algunos estudiosos de la profecía, su papel podría ir mucho más allá de la política.

Desde una mirada profética, lo que hoy parece un simple proceso de paz podría ser la antesala de un pacto mayor, el mismo que en el Antiguo Testamento anunciaron siglos atrás. En Ezequiel 37 se describe un momento de reunificación: el regreso de los hijos de Israel dispersos por el mundo, la creación de un solo pueblo, un solo reino. Ese renacimiento ya ocurrió. Israel volvió a ser una nación. La profecía, por tanto, estaría cumpliendo su primera etapa. Lo que sigue, según muchos intérpretes, es la consolidación de un acuerdo que traerá calma temporal, un espejismo de estabilidad que abrirá las puertas al caos.

El pasaje de Jeremías 30-7 habla de un tiempo de tribulación como nunca antes hubo en la historia. Un momento donde la humanidad enfrentará la ilusión de la paz antes de sumergirse en la tormenta. Y en ese punto la figura del Anticristo toma forma. Daniel 9-27 lo describe como aquel que firmará un pacto con muchas naciones por una semana, siete años de aparente concordia que se quebrarán a la mitad, cuando el sacrificio y la ofrenda sean interrumpidos y el templo profanado.

Lo que inquieta a los intérpretes contemporáneos es la coincidencia. Jared Kushner, un hombre joven, carismático, con una fortuna que lo sostiene y una influencia global inusual, ha sido el autor intelectual del llamado “Acuerdo de Abraham”, un pacto que buscó normalizar relaciones entre Israel y los países árabes. Desde esa firma inicial, su presencia ha sido constante, discreta pero firme, en cada nuevo intento de paz. Y en los círculos de teología apocalíptica, su nombre comenzó a ser mencionado con cautela, como si resonara en los ecos de las antiguas profecías.

No es solo su papel político lo que despierta sospechas, sino su simbolismo. El edificio donde estableció la sede de su empresa en Nueva York lleva el número 666 en su dirección. Para algunos, un simple hecho anecdótico; para otros, una marca demasiado precisa para ser casual. Su discurso sobre la unidad, sobre una nueva era de entendimiento entre religiones, se interpreta como una estrategia de seducción global. Y sus visitas a Jerusalén, su participación directa en proyectos vinculados al Monte del Templo, reavivan una pregunta que los teólogos llevan décadas evitando formular en voz alta: ¿es Jared Kushner el hombre que firmará el pacto anunciado por Daniel?

La reconstrucción del Tercer Templo es el punto más delicado del rompecabezas. Apocalipsis 11 menciona un templo medido, separado, entregado en parte a los gentiles, y una ciudad sagrada que será hollada durante cuarenta y dos meses. Ese templo, según la tradición, debe levantarse en el mismo lugar donde hoy se erige uno de los sitios más sagrados del islam. La paz entre judíos y musulmanes sería una condición necesaria para su construcción. ¿Y quién ha estado impulsando precisamente esa reconciliación? Jared Kushner.

Si el Tercer Templo llega a levantarse bajo los acuerdos que él diseñó, la secuencia profética avanzará sin pausa: pacto firmado, sacrificio restaurado, traición a mitad del periodo, profanación y finalmente la gran tribulación. Para algunos, el papel de Kushner sería el de un mediador visionario; para otros, el de un emisario de un orden oculto, alguien que no busca la paz, sino la instauración de un poder global disfrazado de concordia.

Su mirada calculadora, su serenidad ante la tensión, su habilidad para moverse entre líderes de naciones enemigas, evocan algo más que diplomacia. Los analistas más escépticos descartan toda teoría mesiánica, pero reconocen que hay una extraña simetría entre las profecías y los hechos. La idea del Anticristo ya no pertenece solo a la religión; ha invadido los foros geopolíticos, las conversaciones privadas, las sombras de los despachos donde se decide el destino del mundo.

Y mientras los titulares anuncian nuevos intentos de paz, los ojos de los observadores proféticos se clavan en él. Kushner, el hombre que sonríe mientras firma acuerdos que podrían cambiar el curso del Medio Oriente. El hombre que, sin levantar la voz, parece mover las piezas de un tablero que los demás apenas alcanzan a comprender. En su figura se mezcla lo humano y lo simbólico, la ambición y el misterio. Si las Escrituras tenían razón, su aparición no es una casualidad. Es una señal.

Quizás estemos ante el preludio del pacto definitivo. Quizás este tiempo de calma aparente no sea más que la respiración contenida antes del colapso. Y cuando el templo se levante, cuando el sacrificio vuelva a comenzar, cuando la paz se quiebre en su punto más alto, sabremos si las profecías hablaban de un mito o de un hombre que caminó entre nosotros con la máscara de la concordia y el alma del engaño.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 114

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