
Se presenta como una de esas leyendas que funcionan a la vez como advertencia moral y como punto de encuentro entre lo popular y lo inquietante. Nacida de relatos orales, versiones impresas y la imaginación colectiva, su rostro cambia según quien la cuente; sin embargo, hay un núcleo recurrente: un hombre avaro que, tras la muerte, regresa de un modo parcial y terrible —como una extremidad autónoma— para vengarse, castigar o simplemente infundir miedo. En algunas variantes el usurero se llama Horta; en otras, se menciona a un prestamista sin nombre cuya mano peluda trepa muros, busca ojos para arrancar o estrangula a quienes incumplieron sus deudas. Esa diversidad no es un fallo de la historia sino su fuerza: la leyenda se adapta, se replica, se vuelve realidad por la insistencia de quienes la relatan.
Los estudiosos del folclore señalan que este tipo de relatos cumple una función social clara: encauzar la cólera popular contra prácticas económicas injustas y marcar límites morales en comunidades vulnerables. Cuando la figura central es un usurero, el terror se vuelve castigo simbólico contra la codicia. En el México rural y urbano de fines del siglo XIX y principios del XX, donde el crédito informal y la explotación eran moneda corriente, historias como la Mano Peluda ofrecían un consuelo: la idea de que la avaricia no quedaría impune aún después de la muerte. Esa lectura sociológica ayuda a entender por qué la historia ganó arraigo en regiones concretas, especialmente en relatos vinculados a cementerios y a panteones donde, decían, la mano escapaba de la tumba.
La huella de la Mano Peluda trascendió el relato oral y se coló en la cultura mediática. En 1995 nació un programa de radio que tomó su nombre y lo convirtió en continente: La Mano Peluda, espacio nocturno de relatos de terror donde oyentes y conductores compartían experiencias de lo insólito. El programa, y su emblemático conductor Juan Ramón Sáenz en años clave, no solo popularizó leyendas clásicas sino que alimentó una nueva genealogía de testimonios: llamados en vivo, grabaciones y dramatizaciones que ampliaron la mitología contemporánea alrededor de la Mano Peluda. Así, la figura que pudo haber sido un castigo campesino terminó por mutar en icono del terror radiofónico mexicano.
Los testimonios modernos son un mosaico inquietante: desde relatos de campesinos que aseguran ver una mano que se desliza entre las lápidas hasta llamadas anónimas a emisoras que describen ruidos, botas que aparecen y desaparecen, o marcas inexplicables en la piel de niños que lograron escapar. La mayoría de estos testimonios son elásticas en su verificación; muchos son relatos urbanos que circulan en programas, redes y podcasts. Sin embargo, su valor no reside en la prueba científica, sino en la resonancia cultural: cada testimonio reaviva la leyenda y la coloca en el tejido cotidiano de miedo que comparten comunidades enteras. Investigadores y periodistas han documentado tanto la proliferación de versiones como la instrumentación de la Mano Peluda en funciones artísticas contemporáneas —teatro, cine y radio— que dialogan con la tradición oral.
Las teorías que intentan explicar la persistencia de la Mano Peluda van desde la psiquiatría social hasta lecturas esotéricas. Una explicación psicológica habla de mecanismos de proyección colectiva: ante crisis sociales o económicas, los miedos y la culpa se externalizan en un monstruo que concentra la culpa y el castigo. Otra interpretación, más simbólica, la ve como un ritual secularizado: la leyenda funciona como un juicio popular donde el usurero ya no necesita tribunal; la leyenda lo condena. En el extremo contrario, los seguidores de lo sobrenatural sostienen que la Mano Peluda es una manifestación real de una maldición; la ausencia de pruebas concluyentes se convierte en parte del enigma, y las pequeñas coincidencias —un objeto que reaparece, un sueño compartido— se interpretan como signos. Ninguna teoría agota la explicación; tal vez eso explique por qué la Mano Peluda sigue viva.
Al concluir la investigación, la Mano Peluda aparece menos como criatura y más como síntoma. Es la extremidad visible de ansiedades colectivas: deuda, desigualdad, memoria de abusos. Su persistencia demuestra que las leyendas no mueren; se transforman y se adaptan. Quien escucha ahora las llamadas de un programa nocturno, o lee una versión impresa, participa en un rito moderno: reactivar un temor que cumple una función moral y emocional. La conclusión no es cerrar el caso con certeza, sino reconocer que algunas historias siguen caminando entre tumbas y antenas porque responden a una pregunta humana antigua: ¿qué hacemos con la avaricia cuando la ley falla? La Mano Peluda, en su andar nocturno, ofrece una respuesta que no apela a los tribunales, sino al rumor; y en ese rumor reside su verdadero poder.
Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 119