“Todo está permitido, pero no todo es conveniente. Todo está permitido, pero no todo es edificante”. Así leemos en la primera carta a los Corintios en el capítulo 10, versículo 23, frase muy común a la hora de hablar sobre lo que podemos y no podemos en nuestra vida como creyentes. El apóstol en primera persona expresa a los cristianos de Corinto su libertad de poder hacer todo lo que él desee, pero que sus deseos no siempre se convierten en buenas decisiones.
En ningún libro de la sagrada escritura encontramos, por ejemplo: "Es una abominación para los ojos del Altísimo que sus hijos miren y les gusten las películas de terror" ¿Por qué? Porque en esos tiempos bíblicos no existía el cine. En el Nuevo Testamento se hace mención que nuestros ojos son una lámpara, lo podemos leer en Mateo 6, 22-23: “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!” Podemos reflexionar que si nuestros ojos son las ventanas de nuestro cuerpo, cuando vemos imágenes de mucha violencia, ¿nuestro cuerpo está siendo alimentado de maldad y oscuridad?
Hay muchos creyentes que piensan que las películas de terror son obra del diablo o por lo menos que les abre la puerta a él y para eso citan Efesios 4, 26-27: “…no se dejen arrastrar al pecado ni permitan que la noche los sorprenda enojados, dando así ocasión al demonio”. Aquí entra un poco la paranoia y sacan de contexto lo que exclama el versículo 27: “(…) dando así ocasión al demonio” para el anti-terror apoyando la creencia del cristianismo a la abstención de este tipo de contenido audiovisual.
El catolicismo no ha emitido una posición oficial específica sobre las producciones cinematográficas relacionadas con el género de terror. El enfoque de la Iglesia hacia el cine y los medios de comunicación en general ha evolucionado a lo largo de los años. Desde las primeras menciones en la encíclica de Pío XI en 1929 hasta las declaraciones de Pío XII en la década de 1950, la Iglesia ha reconocido la influencia y el poder del cine en la sociedad.
Pío XI, en su encíclica DIVINI ILLIUS MAGISTRI, expresó su preocupación por cómo el cine y la radio podían impulsar las pasiones negativas y corromper a la juventud. Hizo hincapié en la necesidad de una vigilancia más estricta sobre estos medios para evitar la propagación de la inmoralidad y la codicia.
VIGILANTI CURA, escrita por el mismo Pío XI en 1936, destacó la naturaleza impactante del cine debido a su uso de imágenes. Señaló que el cine atraía a los espectadores a través de la sucesión continua de imágenes concretas y vivas. Esta carta resaltó la importancia de la educación y la moral en relación con el cine.
Pío XII, en discursos posteriores, continuó abogando por un cine que fuera un instrumento de educación y mejora de las personas. Definió a esta arte audiovisual como algo que debía servir a la verdad y al bien de la sociedad. Además, la encíclica MIRANDA PRORSUS de 1957 elogió la capacidad de los medios de comunicación, incluido el cine, para transmitir valores humanos y espirituales, y promover la cultura en la sociedad moderna.
A pesar de que la Iglesia no se ha pronunciado directamente sobre las películas de terror, estas declaraciones indican una preocupación más amplia por el contenido de los medios de comunicación y su influencia en la sociedad. Ha enfatizado la importancia de utilizar los medios de comunicación de manera responsable y ética para promover valores positivos y la verdad.
En última instancia, la Iglesia no ha condenado las películas de terror en sí mismas, pero, anima a los cineastas y a la industria a considerar el impacto de sus obras en la sociedad y a utilizar el cine como una herramienta para promover valores y la verdad en lugar de impulsar las pasiones negativas o la inmoralidad.
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