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EL ENFOQUE DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL CINE DE TERROR, parte 2

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La posición de la Iglesia Católica en relación con las producciones cinematográficas de terror es un tema que ha evolucionado a lo largo de los años y ha sido objeto de reflexión y discusión. Aunque la Iglesia no ha emitido una opinión específica sobre el género, ha abordado el tema de las películas desde una perspectiva más amplia de ética y moral.

El Papa Juan XXIII, en su carta apostólica motu proprio BONI PASTORIS emitida el 22 de febrero de 1959, recomendó la presentación y discusión de películas que poseyeran méritos tanto artísticos como morales. Esta recomendación destacaba la importancia de utilizar el cine como una herramienta formativa y cultural que pudiera promover valores positivos y enriquecer la experiencia del espectador.

Al cabo de veinticinco años desde la publicación de la VIGILANTI CURA, Juan XXIII escribió la carta NOSTRA PATRIS el 29 de junio de 1961. Esta la dirigió a diversas entidades relacionadas con el cine, incluyendo el Centro Católico Cinematográfico Italiano y la Comisión Pontificia de Cinematografía, Radio y Televisión. El Papa reconoció los desafíos y las influencias negativas en el cine en su época, especialmente entre los jóvenes, donde se veían incentivos al libertinaje y al vicio. También señaló que en ocasiones se producían ataques a los valores religiosos, lo que socavaba los fundamentos de la sociedad.

El Concilio Vaticano II, bajo la supervisión de Pablo VI, abordó la cuestión de los medios de comunicación en la segunda sesión y aprobó el decreto INTER MIRIFICA el 4 de diciembre de 1963. Este documento incluyó referencias al mundo del cine y exhortó a los católicos que trabajaban en la industria cinematográfica a adquirir una formación sólida y mantener una conciencia ética.

En particular, el decreto destacó la importancia de que los laicos se formaran en el arte, la doctrina y las costumbres, enfatizando la necesidad de una formación imbuida del espíritu cristiano. También hizo hincapié en la doctrina social de la Iglesia como parte integral de esta formación.

Juan Pablo II, quien tenía un interés personal en el cine y las artes escénicas debido a su experiencia como actor aficionado de teatro, abordó la relación entre la fe y la cultura en el contexto de los medios de comunicación. En la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en mayo de 1984, titulada "Las comunicaciones sociales, instrumento de encuentro entre fe y cultura", señaló que los medios, incluyendo la prensa, el cine, el teatro, la radio y la televisión, no siempre habían resultado adecuados para facilitar el encuentro entre la fe y la cultura.

Esta reflexión subrayó los desafíos que los medios enfrentaban en la búsqueda de un equilibrio entre la fe y la cultura. El Papa reconoció que a lo largo de la historia, estos medios habían experimentado cambios significativos en su evolución y que no siempre habían sido efectivos en su papel como facilitadores de este encuentro.

En la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales celebrada en mayo de 1995, bajo el título "El cine, transmisor de cultura y de valores", Juan Pablo II reflexionó sobre el cine como un medio para comprender mejor a los demás. Destacó que algunos valores humanos y religiosos merecían atención y elogio en el cine, no solo en películas que se centraban en la tradición cristiana, sino también en producciones que provenían de diferentes culturas y religiones.

Esta perspectiva resaltó la importancia del cine como vehículo de intercambio cultural y como una invitación a la apertura y la reflexión sobre realidades que pueden ser ajenas a la propia formación y mentalidad. En otras palabras, el cine tenía la capacidad de acercar a las personas a diferentes perspectivas y experiencias, lo que fomentaba la comprensión mutua.

Al considerar el género de terror en el cine, es importante recordar que en toda narración ficticia surgen protagonistas y antagonistas, y no todos los elementos de una historia son igualmente deseables para el espectador. El mismo contexto de hechos que rodea al protagonista en una película de terror a menudo implica situaciones indeseables que generan miedo y tensión en el público. De hecho, pocas personas desearían vivir las mismas experiencias aterradoras retratadas en este género cinematográfico.

La Iglesia Católica no ha emitido una opinión específica sobre las películas de terror, pero ha abordado el tema del cine desde una perspectiva más amplia de ética y moral. Ha enfatizado la importancia de utilizarlo como una herramienta formativa y cultural que pueda promover valores positivos y enriquecer la experiencia del espectador. Al mismo tiempo, ha reconocido los desafíos y las influencias negativas que los medios de comunicación, incluido el cine, pueden ejercer en la sociedad y la cultura. La decisión de ver películas de terror o cualquier otro género sigue siendo una cuestión de elección personal, guiada por los principios éticos y morales de cada persona.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 14

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