ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 68 | 15.11.2024

¿PARA QUE VIVIR?

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En ocasiones, la vida parece desprovista de significado cuando perdemos la conexión con nuestra esencia y el propósito que le otorga sentido. ¿Por qué llegamos a experimentar esa sensación de vacío? Nos encontramos en un momento crucial de transformación, una etapa de cambios significativos donde lo que antes tenía total sentido posiblemente ya no lo tenga.

Atravesar estos momentos, equivale a transitar por una crisis. Durante esta fase, nos sentimos ajenos a nosotros mismos y al entorno, una sensación de extrañeza que es completamente normal ya que estamos en constante evolución. Es probable que llevemos tiempo lidiando con sentimientos confusos e intensos, lo que nos deja exhaustos y fatigados. Las actividades que solían conmovernos ya no generan ningún estímulo, una condición conocida en psicología como "labilidad emocional," donde nuestras emociones parecen haberse tomado unas vacaciones.

La conexión con lo divino, incluso con la existencia misma de Dios, se desvanece en este proceso. Los metafísicos y esotéricos, una vez considerados sabios, ahora parecen hablar un lenguaje sin sentido, generando escepticismo y cuestionamientos sobre el entorno que nos rodea. En este distanciamiento, perdemos contacto con lo espiritual y la divinidad interna, olvidando que nuestro cuerpo y mente operan en armonía guiados por esa esencia. Nos extraviamos en la pregunta fundamental sobre el significado de vivir, aunque tal vez estemos a punto de descubrirlo.

El desequilibrio, ya sea físico o emocional, permea los pensamientos y actividades diarias. Invertimos demasiado tiempo en preocupaciones externas, nos angustiamos por el futuro y descuidamos el presente. Nos centramos en lo negativo, olvidándonos de lo positivo. Es hora de restaurar el equilibrio en el uso del tiempo, la mente, las emociones, así como en las elecciones alimenticias y el consumo de sustancias.

La atención sesgada actúa de modo que se parece a un velo que oscurece la percepción de la realidad. El cerebro utiliza cursos diferentes para confirmar creencias existentes, limitando nuestra visión y evitando la necesidad de modificar información. Para superar este fenómeno, es crucial cuestionar esas creencias, buscando pruebas objetivas y ampliando la comprensión de la realidad.

¿Cómo recuperar la capacidad de sentir y reconectarnos con nosotros mismos? La respuesta yace en despojarnos de lo aprendido, de las influencias externas y de las preocupaciones sociales. Necesitamos tomarnos el tiempo para reconectar con nuestra esencia, despojándonos de la sensación de separación. La naturaleza se convierte en aliada, permitiéndonos observar fenómenos como la lluvia, el viento, el amanecer y el atardecer, invitándonos a ser parte integral de la Tierra.

Crear nuestro propio sentido, nuestro "para qué," se presenta como un acto liberador. En medio de la apatía, descubrimos que tal vez no nos interesa seguir el camino trillado por otros. En lugar de luchar por lo que se supone que debemos hacer, encontramos algo que realmente nos motiva, que vale la pena vivir.

Entonces, ¿por qué quieres vivir? La respuesta reside en encontrar significado incluso en los momentos aparentemente carentes de sentido. Vale la pena sentir, vivir y crear nuestra propia realidad y experiencia. Vale la pena darse la oportunidad de sorprenderse por la vida y lo que el futuro depara. Aunque el camino parezca carente de sentido, nuevas experiencias, personas y emociones aguardan, listas para ser vividas y descubiertas.

Vivir el proceso, a pesar de su dolor, confusión y angustia, nos lleva a la transformación interna, comparable a la metamorfosis de una oruga en mariposa. Al entregarnos al proceso, nos abrimos a mundos internos y externos previamente desconocidos.

La reflexión nos lleva a la primera carta a los Corintios, capítulo 5, versículo 15: "Él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos." En respuesta a la pregunta inicial sobre ¿Para que vivir?, afirmo que vale la pena vivir porque Dios nos ama. Solo Él puede otorgar un sentido genuino a nuestra existencia, y la necesidad humana de Dios y Su amor es fundamental para vivir plenamente.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 17

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