El intrigante relato en el libro de Jueces 3, 12-26, en el Antiguo Testamento, narra un período crucial en la historia de Israel, donde la nación estaba sometida al dominio del rey Eglón de Moab debido a su desobediencia a las directrices divinas. La historia se centra en la figura de Ehúd, hijo de Guerá, de la tribu de Benjamín, un hombre zurdo que desempeña un papel esencial en la liberación de los israelitas.
La trama se desenvuelve con la narrativa de cómo Ehúd, enviado por los hebreos para entregar un tributo a Eglón, lleva consigo un puñal de doble filo oculto. Este detalle se revela como crucial más adelante en la historia. Ehúd logra ganarse la confianza del rey y, aprovechando un momento de privacidad, revela tener un mensaje secreto de Dios para el dictador.
En un giro inusual, utiliza su mano izquierda para apuñalar al rey en el vientre, un detalle que destaca su destreza y táctica inteligente. Sin embargo, la peculiaridad de su asesinato no termina aquí. El relato nos dice en el versículo 22:
“La hoja se hundió hasta le empuñadura y quedó totalmente cubierta por la grasa, porque Ehúd no extrajo el puñal del vientre”.
Este desafortunado incidente lleva a Ehúd a cerrar las puertas de la cámara del techo y a emprender su escape a través de una letrina. Mientras tanto, los sirvientes, desconcertados por la tardanza del rey, asumen que está ocupado en sus necesidades fisiológicas. La espera se prolonga hasta que finalmente abren la puerta, solo para descubrir al soberano yaciendo muerto en el suelo, cubierto en su propia materia fecal.
Este relato, aparentemente extraño, cobra significado cuando se examinan sus elementos simbólicos. La historia ilustra el poder divino al utilizar medios inusuales, como un hombre zurdo y una manta mojada, para alcanzar la liberación de Israel. Además, resalta la astucia de Ehúd, quien, equipado por Dios, demuestra ingenio y táctica en su misión de liberar a su pueblo.
La muerte de Eglón también se interpreta como un juicio sobre el mal, ya que este líder opresor enfrenta un final violento y justo después de haber sometido a Israel durante 18 años. Su obesidad, simbolizada por el exceso y la decadencia, se convierte en un elemento revelador de su estilo de vida corrupto.
En última instancia, esta historia peculiar subraya la capacidad de Dios para actuar poderosamente a pesar de las limitaciones humanas y, en ocasiones, a través de ellas. Aunque la narrativa puede parecer extraña a los lectores modernos, cumple el propósito divino de redimir a Israel de la opresión de sus enemigos. Así, el episodio de la muerte de Eglón se erige como un recordatorio de la sabiduría divina que opera de maneras inesperadas para cumplir sus designios.
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