Los mitos tardíos hebreos relatan la existencia de un demonio repulsivo llamado Dybbuk, posteriormente vinculado a diversas leyendas de vampiros y hombres lobo. Su origen no es puramente mítico, es decir, no se remonta a un pasado lejano, sino que surge como una representación simbólica adoptada por los místicos judíos del siglo VIII d.C. Es importante recordar que la práctica del misticismo estaba estrictamente prohibida en la sociedad de entonces, ya que se creía que debilitaba la fe. No obstante, para el siglo XII, el misticismo era ampliamente aceptado como parte de la Cábala, y para el siglo XVI, se había convertido en una parte integral de esta, junto con algunas de las criaturas extraordinarias que la poblaban.
La palabra hebrea Dybbuk revela algo sobre su naturaleza. Significa "adherirse" o "aferrarse". Se puede concebir como una especie de vampiro energético, creado a partir de energías mentales, generalmente negativas, ya sea mediante un hechizo o ritual, o debido al intenso odio de alguien. Dion Fortune, en su obra "Autodefensa psíquica", y específicamente en su ensayo "Contactos no humanos en el plano astral", menciona algo similar. Otras fuentes que hacen referencia al Dybbuk se encuentran en las obras de Helena Petrona Blavatsky y Annie Besant.
Según la tradición hebrea, los Dybbuk son los descendientes perdidos de Lilith, la madre de los vampiros, es decir, los antiguos “Lilim”, espíritus errantes e incorpóreos que han logrado escapar del Gehena y el Sheol. Antiguamente se creía que los espíritus de los suicidas buscaban una puerta de entrada al mundo y, para ello, hacían oscuros pactos con los Dybbuk. Este es un demonio insatisfecho con su situación, cuyo único deseo es regresar al mundo de los vivos. Para lograrlo, no escatima esfuerzos e incluso intenta desalojar el alma de los embriones para encarnarse en un cuerpo acorde a su malicia innata. Por ello, las mujeres embarazadas solían temerle, una tradición que se refleja en la película de terror del año 2009, "La profecía del no-nacido".
En el siglo VIII, los místicos sostenían que el Dybbuk podía ser tanto un demonio como el espíritu de alguien que había muerto, pero buscaba evitar su juicio, extraviándose nuevamente en el mundo de las formas, hasta encontrar a un incauto de quien alimentarse. La posesión es especialmente aterradora. Se adhiere a su víctima como un parásito, debilitando su voluntad, pero permitiéndole cierta autonomía, lo que dificulta la intervención de un exorcista. Siempre es representado de manera similar, como una criatura con patas de cabra, peluda y maloliente, con cierta semejanza humana. Para manifestarse en el mundo sensorial, necesita poseer un cuerpo humano.
Algunos especialistas, como Robert Graves en "Los mitos hebreos", sugieren que, al inhalar los vapores del incienso, uno podría absorber la materia sutil del Dybbuk. Otras leyendas afirman que entra al mundo mediante engaños, presentándose como una presencia angélica o fenómenos paranormales, hasta que logra penetrar en su víctima. Una vez dentro, provoca cambios violentos de personalidad y comportamientos erráticos. La posesión culmina con la víctima consumiendo azúcar y dulces compulsivamente, experimentando síntomas de locura y depresión severa. La persona poseída puede ser liberada mediante un exorcismo realizado por un rabino especializado.
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El PELADO Investiga
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