ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 59 | 13.09.2024

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¿DESPERTAMOS AL MORIR?

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Imaginemos por un momento que dejamos de lado todas las explicaciones científicas o psicológicas sobre los sueños. ¿Qué nos queda? Nuestra experiencia personal. Todos hemos soñado, y todos sabemos que, cuando soñamos, todo parece real. No importa cuán extraña sea la escena o imposible lo que sucede en el sueño; mientras estamos en él, lo vivimos con total naturalidad, sin notar nada raro... hasta que despertamos. Entonces, nos sorprendemos al darnos cuenta de que no advertimos que todo era una fantasía, algo irreal.

¿Por qué no nos dimos cuenta de que estábamos soñando? Claro, hay quienes hablan de sueños lúcidos, aquellos en los que uno se da cuenta de que está soñando. Pero, en la mayoría de los casos, nuestros sueños se sienten tan reales como nuestra vida despierta. En esos sueños, experimentamos emociones intensas como miedo, alegría o tristeza, con la misma intensidad que en la realidad. Quizá nos gusta pensar que solo existe una realidad, la que vivimos despiertos, y que los sueños son apenas un plano alternativo o una fantasía temporal.

Pero, ¿qué tal si esta vida que vivimos también es un sueño dentro de otro sueño? Pensemos en esto: del mismo modo que al despertar dejamos atrás la realidad del sueño y vemos lo extraño o ilógico que era, ¿qué pasaría si al morir sentimos lo mismo sobre esta vida? Si la vida es un sueño, ¿la muerte no sería el momento de despertar? Tal vez, al morir descubriremos que nuestra realidad, la que creíamos tan sólida y lógica, estaba llena de cosas absurdas o sin sentido, imposibles de notar porque estábamos "soñando" esta vida.

Esta idea puede ir más allá. A veces, mientras estamos despiertos, también sentimos que algo no está bien con el mundo, como un relámpago que nos atraviesa y luego desaparece. Esta sensación de que algo no encaja podría ser similar a cuando soñamos y de repente nos damos cuenta de que estamos en un sueño. En esos momentos fugaces, nuestro "yo" soñador, de alguna manera, sabe que está soñando, pero decide continuar. Algo similar pasa en la vida real: a pesar de nuestras dudas, continuamos viviendo. Al despertar, dejamos atrás la realidad de los sueños y solo entonces notamos que era completamente irreal. ¿Y si al morir también nos damos cuenta de que esta realidad era solo un sueño?

Esto nos lleva a preguntas importantes: 

- ¿Qué pasa con nuestro "yo" en el sueño cuando despertamos?
- ¿Desaparece para siempre o vuelve a ser parte de la consciencia que lo soñó?
- Y en la vida real, ¿desaparecemos al morir o seremos absorbidos por una consciencia más grande?

Tal vez nuestra muerte sea el despertar de una consciencia más grande que nos ha estado soñando todo el tiempo. Así como al despertar sabemos que volar en nuestros sueños no es real, esa otra consciencia podría ver esta realidad como un sueño también. Quizás al morir, esa consciencia superior sienta que tener un cuerpo físico, caminar, o preocuparse por cosas mundanas fue tan irreal como nuestros sueños. Si la vida es un sueño, entonces la muerte podría ser simplemente el despertar. Y así como nuestro "yo" soñado no sabe que está siendo soñado, tampoco nosotros podemos saber si estamos siendo parte de un sueño mayor. Tenemos miedo a la muerte, pero no podemos asegurar que nuestro "yo" soñado no siente lo mismo. Después de todo, no sabemos cómo empieza o termina un sueño, de la misma manera que no recordamos nuestro nacimiento o lo que viene después de la muerte.

Quizás, al morir, después de despertar de este sueño, un "yo" más consciente sienta lo mismo que sentimos al despertar de un sueño: reflexionamos unos momentos sobre lo vivido y no mucho más.  

Ahora, como es mi costumbre, los invito a que reflexionemos sobre un fragmento del Salmo 90:

"Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”. Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana: brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita.” (Salmo 90, 3-6)

Este pasaje nos invita a considerar la brevedad de la vida humana frente a la eternidad de Dios. Nos recuerda que nuestra existencia es como un sueño: pasajera, efímera, frágil. Pero también sugiere que, aunque la vida es breve, hay una realidad más grande y eterna en la que podemos confiar: Dios. El salmo también nos ofrece consuelo, al recordarnos que, aunque nuestra vida sea breve como un sueño, estamos sostenidos por un Dios eterno, cuya presencia es constante y cuya promesa de amor y vida eterna trasciende todas nuestras limitaciones.

Reflexionemos sobre nuestra vida como un sueño, y consideremos cómo vivimos ante la posibilidad de una realidad más profunda. ¿Y si, al final, despertáramos a una verdad mucho más grande de lo que ahora imaginamos?

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 58

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