Todos hemos visto esta escena: un adulto compra un globo a un niño y, con mucho cuidado, se lo entrega mientras le advierte que no lo suelte. Esto sucede cerca de plazas, ferias, zoológicos, y otros lugares donde los vendedores de globos saben que los niños no pueden resistirse. Con un montón de globos flotando sobre sus cabezas, estos vendedores no necesitan decir mucho para atraer a los pequeños; solo tienen que mostrarse y esperar.
Pero estos globos no son comunes. Son globos que flotan, lo que les da un atractivo especial. Es por eso que los globos con formas de animales, como perros o jirafas, que no flotan, no tienen tanto éxito. ¿Quién querría un globo que cae al suelo, cuando puede tener uno que vuela?
Cuando se trata de globos con helio, los padres se vuelven cautelosos. Les explican a los niños que no deben soltarlos, a veces con historias de advertencia o incluso con técnicas para atar el hilo a sus muñecas como si fuera una cuerda de seguridad. Sin embargo, a pesar de todas las precauciones, el globo casi siempre termina escapando.
A veces el niño lo suelta por accidente; otras veces, simplemente pierde interés. Pero, en realidad, la mayoría de las veces no es un descuido. Los niños sueltan sus globos de manera intencional, aunque luego protesten y lloren como si fuera un accidente.
El llanto que sigue es intenso, a veces incluso provoca ataques de asma o dificultades para respirar. Los padres, en lugar de calmar la situación, suelen empeorarla diciendo cosas como "¡Te lo dije!", lo que solo hace que los niños lloren más.
Curiosamente, en medio de este drama, hay otro sonido que se pierde en el aire: un susurro suave, como si el globo también se lamentara. No es un sonido de rabia, sino más bien uno de tristeza. Es un secreto que solo el vendedor de globos conoce. Porque, aunque parezca increíble, los globos también lloran cuando se alejan de los niños.
Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 58
.jpg)
