ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 59 | 13.09.2024

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LA INVASIÓN QUE NUNCA OCURRIÓ

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En la madrugada del 1 de septiembre de 1939, Alemania, bajo el liderazgo de Adolf Hitler, invadió Polonia con sus poderosos tanques. Tres días después, Francia y Gran Bretaña, que hasta ese momento habían tolerado las crecientes demandas de Hitler, decidieron poner fin a la expansión nazi y le declararon la guerra.

La entrada de estas potencias no logró detener al ejército alemán, conocido como la Wehrmacht, que avanzó rápidamente sobre Polonia. En un intento desesperado, los jinetes polacos atacaron a los tanques alemanes, pero su valentía no fue suficiente para detener la maquinaria bélica nazi, que demostró ser imparable. Este enfrentamiento simbolizó el fin de las tácticas tradicionales de guerra y el comienzo de una nueva era de combate, dominada por la tecnología y la rapidez.

La estrategia alemana, conocida como "guerra relámpago", permitió a Hitler conquistar en pocos meses varios países europeos, incluyendo Polonia, Dinamarca, Noruega, Bélgica y Holanda. Europa parecía indefensa ante el avance del Tercer Reich, y sólo quedaba la esperanza de que Francia, con un ejército numeroso y bien equipado, pudiera frenar al ejército alemán.

Sin embargo, la estrategia y el ímpetu de las tropas alemanas superaron a los franceses, quienes, a pesar de contar con el apoyo de un cuerpo expedicionario británico, no pudieron detener su avance. Este último finalmente tuvo que retirarse apresuradamente de Dunkerque. La caída de Francia fue inevitable, y el país firmó un armisticio el 22 de junio de 1940, en el mismo vagón de tren donde Alemania había aceptado su derrota en la Primera Guerra Mundial.

A pesar de sus victorias, Hitler no estaba completamente satisfecho. Al otro lado del Canal de la Mancha, Inglaterra seguía resistiendo. Winston Churchill, que había reemplazado al conciliador Neville Chamberlain como primer ministro, se mantuvo firme en su decisión de luchar contra el régimen nazi. Hitler intentó negociar un acuerdo de paz que permitiría a Alemania controlar Europa, mientras el Imperio británico conservaba sus colonias. Pero Churchill, con su determinación y coraje, dejó claro que Inglaterra no se rendiría.

El líder británico inspiró a su pueblo a resistir con su famoso discurso: “Lucharemos en los mares y los océanos, lucharemos con cada vez mayor confianza y fuerza en el aire; defenderemos nuestra isla a cualquier precio. Lucharemos en las playas, en los campos, en las calles; lucharemos en las colinas; nunca nos rendiremos”.

Este espíritu indomable de Churchill y su gente marcó el comienzo de una resistencia que cambiaría el curso de la guerra, demostrando que incluso los adversarios más poderosos pueden ser desafiados con valentía y determinación.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 58

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