Conocido como el "método de la artesa" o "de la barca", fue una técnica brutal de ejecución supuestamente utilizada en la antigua Persia alrededor del año 401 a.C. Esta práctica extrema, diseñada para infligir una muerte lenta y agonizante, fue descrita por los griegos, quienes, al ser enemigos históricos de los persas, narraron con detalles vívidos este aterrador suplicio. El término proviene de una palabra que significa “vaciar” o “hueco”, en alusión a la estructura utilizada para la tortura.
Este macabro método de ejecución consistía en colocar a la víctima en un contenedor de madera, que se dividía en dos mitades perfectamente ajustables. El condenado era introducido dentro de la artesa, dejando únicamente su cabeza, manos y pies fuera. Las partes del cuerpo expuestas eran luego cubiertas con miel y leche, lo que atraía a enjambres de insectos, como moscas y avispas. Pero la crueldad no terminaba ahí.
Antes de ser colocado en la artesa, el prisionero era alimentado con grandes cantidades de leche y miel, lo cual le provocaba intensas diarreas. Debido a la inmovilidad en la caja de madera, el condenado no tenía forma de limpiar sus propias excreciones, lo que, con el tiempo, atraía a más insectos. Estos comenzaban a alimentarse de los residuos y eventualmente penetraban en el cuerpo del prisionero a través de sus orificios, depositando huevos y propagándose a lo largo de su organismo.
Con cada día que pasaba, el condenado se convertía en una especie de festín vivo para estos parásitos, que lentamente devoraban su carne y órganos desde el exterior hacia el interior. El proceso de descomposición, junto con las mordeduras y picaduras de los insectos, convertía la vida del prisionero en una agonía insoportable que podía prolongarse durante días e incluso semanas.
El escafismo no solo consistía en la artesa de madera. Otra variante, igualmente horrenda, consistía en introducir al prisionero dentro del cuerpo de un animal muerto, como un caballo o cualquier otro mamífero de gran tamaño. De esta manera, el condenado quedaba atrapado en el interior del animal en descomposición, expuesto a la misma suerte, con la cabeza, manos y pies fuera, mientras los insectos y bacterias del cadáver hacían lo propio con su cuerpo. La doble descomposición, tanto del animal como del prisionero, aceleraba el proceso de putrefacción y aumentaba la gravedad de las infecciones, lo que hacía de esta una de las formas más brutales de ejecución que se conocen en la historia.
Aunque fue particularmente conocido en la Persia antigua, existen relatos de castigos similares en otras culturas y épocas. En la antigua China, por ejemplo, se describe un caso en el que un hombre fue encadenado al aire libre y dejado a merced de los mosquitos, que poco a poco lo devoraron. Aunque este tipo de tortura no alcanzó el nivel de horror del escafismo, revela cómo la exposición a los elementos y a los insectos se utilizaba como castigo en diversas culturas.
El escafismo, como uno de los métodos más inhumanos de tortura en la historia, nos muestra hasta dónde puede llegar la brutalidad humana cuando se combina con la falta de compasión.
Recopilación
El PELADO Investiga
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