Es una canción icónica compuesta por el pionero del rock argentino Moris, que forma parte de su álbum (Treinta minutos de vida), lanzado en 1970. La canción narra, de manera melancólica y reflexiva, la historia de un oso que, tras ser capturado y llevado a un circo, pierde su libertad y su conexión con la naturaleza. A través de esta fábula, Moris explora temas profundos como la pérdida de la libertad, la nostalgia por los orígenes y la resistencia frente a la adversidad.
En la letra, se describe la vida tranquila del oso en el bosque hasta que es capturado por los humanos y forzado a realizar piruetas en un circo para su entretenimiento. Esta situación representa la ruptura con su esencia natural y su autonomía. La historia del oso refleja una crítica implícita a la explotación y la falta de respeto por la naturaleza, pero también es una metáfora sobre la libertad individual y los sacrificios que se hacen en la vida.
Lo curioso es que esta canción, con toda su carga simbólica y poética, surgió de un pedido casual. Moris cuenta que una vez, una maestra jardinera le pidió que compusiera una canción para los niños de un jardín de infantes. Con la guitarra en mano, Moris compuso la canción en solo diez minutos. En aquel momento, Argentina atravesaba un periodo convulso bajo el gobierno militar de Onganía, y en medio de esa compleja realidad social, el rock nacional comenzaba a surgir. En ese contexto, Moris luchaba por ser reconocido como compositor en una sociedad que no creía en los jóvenes de pelo largo ni en su capacidad creativa.
Musicalmente, Moris compuso "El Oso" en la tonalidad de Do mayor. La canción fluye de manera natural desde el Do hacia su relativo menor, La menor, siguiendo una estructura armónica simple pero poderosa. La letra y la música, como señaló el propio Moris, nacieron juntas, como un flujo creativo ininterrumpido.
La narrativa se desarrolla en dos tiempos. En la primera parte, el oso, desde su largo cautiverio de cuatro años, narra su historia en cuatro estrofas que comparten la misma estructura armónica. Relata su origen en el bosque, la llegada de los humanos con sus jaulas, su vida en el circo y su melancolía constante. Pero es en el punto culminante de la canción donde se produce uno de los momentos más brillantes de Moris como compositor: un cambio dramático en la música marca la oportunidad de escape del oso. "En un pueblito alejado / alguien no cerró el candado / era una noche sin luna / y yo dejé la ciudad". Este momento es épico, ya que representa la liberación del animal y el fin de su esclavitud.
El oso, ahora en libertad, regresa a su bosque: "Ahora piso yo el suelo de mi bosque / otra vez el verde de la libertad. / Estoy viejo pero las tardes son mías, / vuelvo al bosque, estoy contento de verdad". Aquí, la música y la letra expresan un equilibrio entre la euforia de la libertad recuperada y la tristeza que deja el rastro de los años de cautiverio. El tarareo final que acompaña esta estrofa captura esa ambivalencia entre alegría y melancolía, simbolizando lo que significa ser libre, pero también los sacrificios y cicatrices que quedan en el camino hacia esa libertad.
El propio Moris confesó que lloró la primera vez que interpretó la canción, una reacción totalmente comprensible dada la intensidad emocional que evoca. "El Oso", como una metáfora viva, rápidamente resonó en el público, convirtiéndose en una de las canciones más emblemáticas del rock argentino.
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