En 1967, un joven de veintidós años llamado Robin Wood, nacido en una colonia irlandesa en Paraguay, escribió el guión inicial de una de las historietas más emblemáticas de la literatura gráfica: Nippur de Lagash. La historia sigue a un príncipe que, tras el asesinato de su padre, debe exiliarse y emprender un largo y desafiante viaje.
Desde el primer episodio, la serie se destacó por su mezcla única de humor, filosofía, realismo y poesía, ya lo largo de sus más de 500 entregas, explora tanto las virtudes como las miserias de la condición humana. La narrativa de Wood presenta personajes profundos y contradictorios, desde reyes tiránicos que justifican su crueldad por su discapacidad hasta líderes que, a pesar de su ceguera, buscan compartir una riqueza que ni siquiera poseen.
Con un toque de ironía, Wood evita que su protagonista se convierta en un héroe convencional e idealizado. A través de Nippur, expresa la complejidad del ser humano con frases que revelan sus emociones y reflexiones, como cuando el personaje compara su espíritu con un río: "A veces me siento como un río, feliz y turbulento, rodeado de otras alegrías y vidas".
Lucho Olivera, compañero de Wood y co creador de la serie, describió la obra como una suerte de “Martín Fierro de la antigua Mesopotamia”. Su figura se convierte así en la de un hombre profundamente marcado por su experiencia con la grandeza y las miserias humanas: “Mi nombre es Nippur, y mi alma es como un río: a veces angosto y lodoso, otras veces claro y tranquilo”.
A lo largo de su exilio, se muestra como un hombre sabio, pero no amargado; un hombre que aprende el verdadero precio de la dignidad y la vacuidad de las palabras grandilocuentes. Valora la amistad auténtica, la simple paz de un refugio modesto y un trozo de carne caliente, mientras se desilusiona con las promesas de los monarcas y la inutilidad de la guerra. En sus propias palabras, recuerda cómo vivió tanto en la opulencia como en la pobreza: “Yo, Nippur, el que ciñó coronas, gobernó imperios y levantó montañas de oro. Yo, el que comió el pan de los mendigos y bebió el agua de los leprosos”.
Es el arquetipo del héroe, un personaje que combina las cualidades de guerrero y filósofo, un soñador que también es realista, un hombre que por su exilio y su andar solitario comprende la complejidad humana y, lejos de ser un ser intocable, o perfecto. Se rehúsa a participar en actos de opresión o abuso de poder. En un mundo donde dominan la uniformidad y la conformidad, representa al caballero andante, viviendo en las fronteras de la sociedad y manteniendo un espíritu libre y crítico.
Wood y Olivera compartían, además de su pasión por el dibujo, un profundo interés por las civilizaciones antiguas, en especial la sumeria. Este interés común fue lo que dio vida a un guerrero que tomó su nombre de su ciudad “la de las blancas murallas”, Lagash. Su historia fue presentada en la editorial Columba en la revista D'artagnan, convirtiéndose rápidamente en un personaje icónico tanto para la editorial como para el público argentino.
La trama inicia con él en el desierto, liderando una misión en la que debe capturar a un gigante rubio llamado Ur-El para el entretenimiento del aburrido monarca. A su regreso, se une a las negociaciones de paz entre su rey Urukagina y el rey vecino Luggal-Zagizi. Sin embargo, estas culminan en una traición: Lagash es atacada, su ejército diezmado y su rey asesinado, lo que le obliga a huir y jurar venganza contra el dictador.
Comienza entonces un largo exilio, acompañado por su nuevo amigo Ur-El. Así se forjan las aventuras del “errante”, un hombre destinado a vagar por el mundo antiguo. En cada paso de su viaje, se encuentra con figuras históricas y legendarias. Conoce a la princesa Nofretamon en Egipto, se une a Teseo en su lucha contra el Minotauro en Atenas, y asiste al futuro rey Sargón.
Durante sus andanzas, se convierte en un hombre de leyenda, conocido tanto por su valentía como por su bondad. Pasa de compartir la mesa de reyes a pedir limosna, de vivir en la nobleza a soportar la esclavitud, y así su nombre gana fama en diversas civilizaciones, pero también provoca el temor de sus enemigos, quienes han puesto precio a su cabeza.
Con el tiempo, sus experiencias le aportan madurez y sabiduría. Su leal amigo se casa con la reina Merielem, lo que le obliga a continuar solo su camino, acumulando lecciones y cicatrices. Este guerrero llega a ser conocido como “el incorruptible”, debido a su fuerte sentido de la justicia y su rechazo a la corrupción moral.
A lo largo de sus múltiples enfrentamientos, es herido varias veces, siendo la más notable la pérdida de su ojo izquierdo, lo que lo lleva a portar su característico parche negro. Su vida amorosa también deja un legado; tiene un hijo llamado Hiras con la reina amazona Karien y, posteriormente, una hija llamada Oona con la reina de los subterráneos cerca de Lagash.
Sus aventuras están situadas en un contexto histórico, pero no se limitan a una reconstrucción exacta de los tiempos antiguos. A pesar de basarse en ciertos elementos históricos, la obra incluye abundantes licencias creativas que enriquecen su contenido. Wood emplea un lenguaje visual cargado de imágenes para intentar capturar la mentalidad de la antigüedad, reflejando una época violenta marcada por guerras y arbitrariedades, donde la vida misma es frágil y el valor personal lo es todo.
Lucho Olivera, al describir la serie, señalaba: “Si ustedes leen con atención a Nippur, verán un ritmo bíblico y un desarrollo de la saga heroica que se despliega lentamente. Las relaciones humanas son sencillas, muy aldeanas, muy orientales. La hospitalidad, los pastores, la soberbia de los reyes, y las amistades simples del guerrero”. Con un trazo rústico y adecuado a la época, Olivera definió los rasgos característicos de un personaje reconocible al instante. Otros artistas como Sergio Mulko, Ricardo Villagrán, Enrique Gómez Sierra, Jorge Zaffino, Carlos Leopardi y Diego Rearte, entre otros, también colaboraron en la historia, aportando su arte y estilos a lo largo de los años.
Desde su aparición en la revista D'artagnan en 1967, Nippur de Lagash se publicó originalmente en blanco y negro, pero más tarde adoptó el color para competir con el creciente mercado de historietas mexicanas de la conocida editorial Novaro. En los años setenta, Editorial Columba decidió lanzar algunos de sus personajes más populares en revistas propias, y así tuvo su propio cómic con 27 números entre 1972 y 1974. Con el tiempo, su popularidad le valió una nueva revista llamada Nippur Magnum, y luego en 1998 intentó un regreso en la revista Skorpio. Finalmente, en los años 2000, Columba lanzó una serie en formato cómic, y Nippur de Lagash regresó brevemente bajo este formato, aunque sólo se publicaron siete números.
Recopilación
El PELADO Investiga
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