Es un trastorno del lenguaje en el que una persona tiene dificultades para recordar el nombre de objetos o conceptos comunes. Un ejemplo típico de esta condición es cuando alguien pregunta: “¿Cómo se llama ese utensilio que usamos para comer sopa?” aunque la palabra "cuchara" esté en su mente, no logra recordarla en ese momento. Aunque este fenómeno puede ser ocasional y normal, si se vuelve recurrente, podría indicar la presencia de un trastorno más serio.
Se caracteriza por la dificultad para denominar objetos o conceptos específicos. Esto significa que la persona tiene problemas para acceder o producir la palabra correcta para designar algo. Esta dificultad suele aparecer en circunstancias concretas y puede considerarse un lapsus ocasional. En algunas personas, es un síntoma frecuente de una afección más compleja. Suele afectar especialmente a los sustantivos, mientras que la dificultad con verbos, adjetivos o adverbios es menos común.
Cuando alguien padece de anomia, suele recurrir a descripciones o rodeos para hacerse entender, utilizando, por ejemplo, descripciones como el uso o la forma del objeto en lugar de su nombre. También es común el uso de expresiones evasivas para ganar tiempo o emplear categorías amplias para describir algo, como decir “animal” en lugar de “perro”. Quienes la padecen suelen experimentar incomodidad e incluso angustia, ya que, aunque saben lo que quieren expresar, no logran encontrar la palabra exacta.
Existen varios tipos de anomia, cada uno afectando diferentes aspectos del proceso de denominación.
1. Anomia Léxica
Este es el tipo más común, donde la persona no puede recordar la palabra específica que quiere usar, aunque tiene claro el concepto. En este caso, el problema está en el acceso a la palabra en sí, más que en su pronunciación o significado.
2. Anomia Fonológica
Aquí, el individuo sabe cuál es la palabra, pero no puede recordar cómo pronunciarla. Esto suele estar relacionado con afasias que afectan la producción del lenguaje, como la afasia de Broca.
3. Anomia Semántica
En esta variante, el problema está en la conceptualización, es decir, la persona tiene dificultades para identificar el concepto en sí. No es solo que no recuerde la palabra, sino que tiene problemas cognitivos para reconocer el objeto o idea.
La anomia es un síntoma habitual en diferentes tipos de afasias, que son trastornos del lenguaje originados por lesiones cerebrales. En algunos casos, puede presentarse de manera aislada, como en la afasia anómica, donde el paciente tiene un lenguaje fluido, una comprensión intacta y puede repetir palabras sin problemas, pero tiene dificultades para nombrar objetos. Esta condición es similar a la afasia semántica, aunque con diferencias en la comprensión de conceptos complejos.
También existe la afasia semántica acústico-amnésica, en la que el paciente no puede recordar la forma fonética de la palabra, aunque sabe de qué objeto se trata. En estos casos, además de la anomia, suelen presentarse problemas en el almacenamiento y repetición de palabras.
Puede surgir en diferentes contextos, no todos necesariamente clínicos. En el fenómeno de “punta de la lengua”, por ejemplo, se presenta una dificultad momentánea para recordar una palabra, que suele resolverse en poco tiempo. A medida que envejecemos, es común experimentar cierto grado de anomia debido a la pérdida de agilidad en los procesos cerebrales.
En el ámbito clínico, la anomia puede estar asociada a trastornos mentales y neurológicos. Las lesiones en el cerebro, especialmente en áreas vinculadas al lenguaje, como las áreas de Broca y el giro angular, pueden causar anomia. También puede estar relacionada con áreas del cerebro encargadas de la asociación de conceptos, como la zona parieto-temporo-occipital. Las lesiones en el lóbulo frontal también pueden provocar anomia, especialmente cuando afectan la elección y organización de conceptos.
Este trastorno es común en personas que han sufrido traumatismos craneoencefálicos, accidentes cerebrovasculares, o padecen demencias como la enfermedad de Alzheimer o ciertas demencias frontotemporales.
La anomia, entendida en la Biblia como una forma de desorden o falta de armonía, también puede relacionarse simbólicamente con este trastorno del lenguaje. Aquí, algunos pasajes que podrían asociarse a la idea de anomia como desorden o confusión en el entendimiento o en la comunicación:
1. 1 Corintios 14-33: “(…) porque Dios quiere la paz y no el desorden” Este versículo puede entenderse como un llamado a buscar claridad y orden, elementos que se ven afectados en la anomia.
2. Proverbios 18-21: “La muerte y la vida dependen de la lengua, y los que son indulgentes con ella comerán de su fruto.” Este proverbio refleja la importancia de la comunicación y el lenguaje en la vida humana, y cómo su alteración puede generar grandes dificultades.
3. Santiago 3-2: “(…) porque todos faltamos de muchas maneras. Si alguien no falta con palabras es un hombre perfecto, porque es capaz de dominar toda su persona” Aquí se expresa la importancia de la precisión en el lenguaje, y cómo su mal uso o falta puede significar un tropiezo, reflejando la dificultad que enfrentan quienes padecen de anomia.
El tratamiento de la anomia depende de la causa subyacente y del tipo específico de dificultad que presenta el paciente. En casos donde el problema es significativo y frecuente, es esencial trabajar con un equipo multidisciplinar que incluya terapia de lenguaje y logopedia. La terapia ocupacional también puede ser de ayuda en personas con demencias.
Entre las técnicas más efectivas se incluyen tareas de emparejamiento entre dibujos y palabras, y ejercicios de categorización semántica. En casos de anomia léxica, es útil trabajar con pistas fonéticas y ejercicios de completar palabras y rimas. Para la anomia fonológica, la lectura en voz alta y las tareas de repetición ayudan a reforzar las conexiones necesarias para recordar la pronunciación.
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