Durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, mientras las fuerzas aliadas avanzaban y se hacía inevitable la caída del régimen nazi, niñas y adolescentes alemanas fueron empujadas a luchar, renunciando a una niñez que debería haber sido de juegos y educación. Muchas de ellas, apenas pasaban de los diez años y ya se encontraban formadas en el adoctrinamiento nacionalsocialista, impulsadas por un fervor hacia el líder Adolf Hitler, inculcado desde temprana edad.
Estas jóvenes pertenecían a una organización llamada la “Liga de Muchachas Alemanas”. Fundada inicialmente en la década de 1920, esta facción no había sido creada con fines bélicos, sino para educar y moldear a las futuras generaciones de mujeres alemanas bajo los valores del régimen nazi. En esta institución, las chicas aprendían tareas domésticas y se preparaban para ser esposas y madres, en concordancia con los ideales del nacionalsocialismo. Era obligatoria para las niñas de "origen ario", y agrupaba a jóvenes de entre 14 y 18 años; mientras que desde los 10 años formaban parte de una subcategoría conocida como las “chicas jóvenes”.
En el inicio de la guerra, las jóvenes no combatían directamente, sino que apoyaban al esfuerzo militar en otras actividades: recolectaban fondos, ropa y periódicos para campañas benéficas, que beneficiaba a las personas necesitadas. También asistían como voluntarias en hospitales, ayudaban en estaciones de trenes para recibir a soldados heridos y, conforme avanzaban los bombardeos, se les encargaban tareas en estaciones de defensa antiaérea. Allí trabajaban como auxiliares en cañones, operadores de comunicación y reflectores, e incluso como apoyo en oficinas.
El fuerte adoctrinamiento al que estaban sometidas los jóvenes alemanes, desarrolló en muchos de ellos una devoción ciega hacia Hitler, a quien consideraban casi una figura sagrada. Esta fidelidad fue decisiva cuando, tras el desembarco de Normandía en junio de 1944, el régimen empezó a llamar a las jóvenes para que se unieran a la defensa de la patria, a pesar de que la derrota parecía inminente.
Uno de los testimonios más impactantes es el de una joven llamada “Barbie Dansk”, quien en 1944 tenía solo quince años. Recuerda que su líder de grupo les decía: "Chicas alemanas, ustedes son como los lobos de nuestra nación, depredadoras naturales y defensoras de nuestra tierra. Recorrerán las sombras y no dejarán a ningún enemigo con vida". Con esta mentalidad, muchas de estas jóvenes, que hasta entonces habían estado dedicadas a tareas de apoyo, comenzaron a recibir entrenamiento militar en técnicas de combate, como el manejo de armas antitanques, la colocación de trampas y minas, y técnicas de francotirador.
Cuando se les daba la orden, muchas de estas niñas tomaban sus armas sin titubear. Barbie recuerda un momento en el que, viendo a los soldados enemigos a través de sus binoculares, tomó su rifle, y junto con otras chicas, comenzaron a disparar. Para los soldados estadounidenses, el hecho de enfrentarse a niñas soldado fue un choque brutal, una situación emocionalmente devastadora que los forzaba a devolver el fuego para protegerse, aunque esto implicara herir o matar a estas jóvenes.
Un veterano estadounidense relató una experiencia que marcó su vida: avanzaban por una calle cuando escucharon un disparo que provenía de un sótano, donde uno de sus compañeros fue herido de muerte. Para neutralizar la amenaza, dispararon una bazuca a la entrada. Al entrar, uno de los soldados salió en shock, murmurando que había encontrado a una niña sin vida entre los escombros. Además de luchar en la línea de combate, algunas chicas fueron reclutadas para unidades guerrilleras conocidas como “Werwolf”, cuya misión era llevar a cabo actos de resistencia en las zonas ocupadas por los aliados.
El número exacto de jóvenes que participaron activamente en la guerra es incierto. Al unirse a otras organizaciones, como la Cruz Roja o la fuerza aérea, su participación quedaba fuera de los registros oficiales de esta facción, y pasaban a formar parte de las estadísticas de dichas entidades. Pero el impacto de su participación, y el horror de haber sido arrastradas a una guerra a tan corta edad, perdura en la memoria histórica. Esta experiencia de niñas y adolescentes atrapadas en el extremismo y la desesperación de un régimen al borde del colapso es un testimonio desgarrador de la pérdida de la infancia en tiempos de guerra.
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El PELADO Investiga
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