
Dicen que la realidad supera la ficción... y pocas vidas ejemplifican eso mejor que la de Mary Shelley, la mente brillante detrás de “Frankenstein”. Su existencia estuvo marcada por tragedias, pasiones intensas y un romanticismo oscuro que rivaliza con sus propias historias.
Mary era hija de dos figuras revolucionarias del pensamiento: la feminista Mary Wollstonecraft y el filósofo William Godwin. Pero su madre murió pocos días después de dar a luz, dejando en Mary un vacío que nunca pudo llenar. Años después, cuando conoció al poeta Percy Shelley, ambos desafiaron las convenciones de su época y comenzaron una relación clandestina. Según testimonios que han sobrevivido a lo largo del tiempo, se dice que ambos consumaron su amor junto a la tumba de su madre, en el cementerio de St. Pancras. Un gesto cargado de simbolismo que refleja no solo la intensidad de su vínculo, sino también el deseo de Mary de unir su vida amorosa con sus raíces emocionales más profundas.

Entre pérdidas personales, visiones poéticas y una sensibilidad fuera de su tiempo, Mary Shelley dejó una obra inmortal. Pero su vida —repleta de sombras y rebeldía— parece haber sido escrita con la misma tinta oscura de sus novelas.
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