ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 62 | 04.10.2024

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EL LIBRO VICTORIANO DE LOS ENTIERROS PREMATUROS: UN MISTERIO DE LA MUERTE Y EL TERROR

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En el mundo literario, pocos temas han generado tanto miedo y fascinación como el de ser enterrado vivo. Este temor se arraiga profundamente en la psique humana y ha sido explorado en obras de la literatura gótica, como "El Entierro Prematuro" de Edgar Allan Poe, publicado en 1844. En este relato, Poe presenta la angustiante historia de un hombre atormentado por la catalepsia, una condición que lo sume en un estado que fácilmente podría confundirse con la muerte. Este terrorífico cuento aprovechó el miedo generalizado de la época a ser enterrado vivo, una preocupación que tenía sus raíces en el desconocimiento médico y las tradiciones funerarias antiguas.

Antes de Poe, el siglo 19 ya estaba impregnado de inquietudes acerca de los entierros prematuros. El desconocimiento médico de numerosas condiciones y la ausencia de herramientas modernas para confirmar la muerte llevaron a que muchas personas fueran enterradas vivas. Poe intuyó este miedo colectivo y lo tejió hábilmente en su narrativa gótica, pero también podemos encontrar su sombra en otras de sus obras, como "Berenice", "El Barril de Amontillado", "La Caída de la Casa de Usher" y "El Gato Negro", donde personajes o animales enfrentan prematuras sepulturas.

Un hito significativo en la historia de este temor fue la publicación en 1816 del peculiar libro "El Peligro del Entierro Prematuro", que desató una especie de histeria colectiva en torno al tema. El libro exploraba casos históricos de entierros prematuros y relacionaba ciertas tradiciones ancestrales, como las ofrendas en las tumbas egipcias, con la necesidad de evitar ser enterrados vivos. Se argumentaba que los objetos valiosos se dejaban en las tumbas para asegurarse de que el difunto tuviera lo necesario en el más allá, evitando así lamentos de quienes habían sido enterrados prematuramente.

La reacción a este libro fue un caldo de cultivo para el pánico. Se documentaron cientos de casos de personas que habían sido enterradas mientras aún estaban vivas, evidenciando los errores comunes de la medicina de la época. Para combatir esta amenaza, se diseñaron ataúdes equipados con mecanismos de emergencia, como campanas accionadas por poleas internas, para alertar al exterior en caso de entierro prematuro.

La histeria también dio lugar a la formación de organizaciones como la "Sociedad para la Prevención de Ser Enterrado Vivo", que propuso leyes para reducir la posibilidad de entierros prematuros. Una propuesta incluso abogaba por esperar hasta que la descomposición comenzara antes de enterrar a alguien, como una manera de asegurarse de que estuvieran realmente muertos. Estos esfuerzos se basaron en los estudios cuestionables del psiquiatra Enrico Morselli, quien acuñó el término "taphefobia" para describir el miedo a ser enterrado vivo.

Además, según Morselli, un enterrado vivo promedio sobreviviría alrededor de dieciocho horas dentro de un ataúd antes de morir por falta de oxígeno. Incluso figuras históricas como George Washington se convirtieron en defensores de la causa, demandando que solo se los enterrara cuando la putrefacción fuera evidente. Estos esfuerzos, sin embargo, no lograron la aprobación legislativa.

La paranoia colectiva generada por la posibilidad de ser enterrado vivo también dejó un legado cultural. Muchas personas comenzaron a llevar consigo documentos de identificación en caso de una inesperada muerte. Este comportamiento podría estar relacionado con el temor subyacente de ser enterrado vivo sin posibilidad de identificación. En 1905, William Tebb recopiló más de doscientos casos de entierros prematuros y despertares durante autopsias, que solían realizarse en cuerpos no identificados en las escuelas de medicina.

Años después, en 1919, Sigmund Freud presentó una teoría intrigante sobre el origen de este miedo en su obra "El porvenir de una ilusión". Freud argumentó que el miedo a ser enterrado vivo se origina en una fantasía inconsciente de regresar a la vida intrauterina. Según él, el pensamiento de ser enterrado vivo activa recuerdos fragmentados de la vida en el útero, que se transforman en un impulso de miedo. En resumen, la obra de Poe y el libro "El Peligro del Entierro Prematuro" revelan una profunda inquietud de la época victoriana: la posibilidad de ser enterrado vivo debido a la ignorancia médica y las tradiciones funerarias.

Estos temores se manifestaron en literatura gótica y paranoia social, dando lugar a la creación de ataúdes con mecanismos de emergencia y la formación de sociedades protectoras. Aunque la ciencia y la medicina han avanzado, el miedo a ser enterrado vivo sigue siendo un testimonio del profundo misterio de la muerte y la imaginación humana.

Recopilación
El PELADO Investiga
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