
En los gélidos y extensos territorios del norte canadiense, entre los pueblos indígenas algonquinos, ha sobrevivido una de las leyendas más oscuras y perturbadoras de la tradición oral americana: “El Wendigo”. Esta figura aterradora se presenta como una fusión entre espíritu y monstruo físico, cuyo origen está estrechamente ligado a los rigores del invierno, el aislamiento extremo y el miedo ancestral a la transgresión del tabú más severo: el canibalismo.
El mito se remonta a siglos atrás, y se ha transmitido entre generaciones de comunidades indígenas como advertencia y explicación de comportamientos humanos que parecían salirse del entendimiento racional. Según la creencia, es una criatura nacida cuando un ser humano, impulsado por el hambre o la locura, consume carne humana. Ese acto condena a la persona a convertirse en algo más que un asesino: se transforma en un ente consumido por una voraz y perpetua necesidad de devorar carne humana, perdiendo toda conexión con su humanidad.
Uno de los relatos más inquietantes atribuidos a este fenómeno ocurrió en el invierno de 1896. Félix Auger, conocido como Napanin, emprendió junto a su esposa e hijos un largo viaje para visitar a su padre en la región de Trout Lake, en Alberta. El camino les obligaba a atravesar más de 45 kilómetros de bosque, un entorno implacable donde la supervivencia dependía de la resistencia física y mental. A pesar de estar en buen estado de salud al inicio del viaje, Napanin comenzó a comportarse de manera errática después de la segunda noche. Según relataría más tarde, comenzó a escuchar voces y a ver seres horribles entre los árboles. Esas entidades, afirmaba, le susurraban que debía asesinar a uno de sus hijos y alimentarse de su carne.
Los ancianos de las tribus ya habían escuchado historias similares. Decían que quienes entraban en ciertos bosques podían verse transformados si cedían a sus instintos más oscuros. Para los pueblos algonquinos, el wendigo no es solo una amenaza externa, sino la manifestación del lado salvaje del alma humana, ese que acecha cuando el hambre, el miedo y la desesperación rompen las barreras de la razón.
El caso de Napanin culminó trágicamente. En medio de uno de sus episodios de locura, logró liberarse y atacó a quienes lo cuidaban. Fue detenido con violencia, decapitado y su cuerpo quemado antes de enterrarlo bajo una pila de leña. Nadie quiso volver a caminar por esos senderos durante semanas, temiendo que el mal resurgiera.
Aunque muchas veces se ha intentado relacionar al wendigo con otras figuras del folclore norteamericano, como el bigfoot, en realidad ambas entidades son muy distintas. Mientras el pie grande representa una criatura evasiva y posiblemente pacífica, el wendigo es una personificación del terror, un ser que caza, devora y corrompe. Las leyendas de los algonquinos lo describen como una figura esquelética, de piel grisácea pegada a los huesos, con ojos brillantes y amarillos, y una fuerza que no corresponde con su aspecto famélico. Su corazón congelado es el símbolo de su transformación y, según se dice, la única manera de destruirlo es derritiendo ese corazón de hielo.
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El PELADO Investiga
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