ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 95 | 13.06.2025

EL SILENCIO DEL BAILE


Esa noche, comenzaron a circular rumores sobre extraños bailes en los sótanos de un bar local. Un ambiente misterioso, lleno de susurros que sugerían algo más allá de lo que la gente estaba acostumbrada a ver. No pudimos resistir la curiosidad y decidimos investigar lo que se escondía tras esos relatos. La idea de descubrir algo tan insólito nos cautivó, y, de paso, la posibilidad de liberarnos por unas horas de nuestras rutinas diarias.

Convencimos a uno de los más escépticos de unirse a nuestra aventura. Al principio se mostró renuente, pero le ofrecimos como incentivo el alcohol y la promesa de aventuras más allá de su habitual vida académica. No tardó en sucumbir a la idea y, juntos, descendimos por las escaleras que conducían al sótano.

Al llegar, nos encontramos ante tres puertas, cada una más intrigante que la anterior. Uno de nosotros, al observar las inscripciones en los marcos, sugirió que la puerta de la izquierda conducía a un "lugar prohibido", un espacio que, según él, era como una especie de preámbulo al infierno, donde los pecadores esperaban su destino en una interminable partida de cartas.

La decisión de qué puerta elegir cayó sobre nosotros. Mientras debatíamos, alguien en el grupo sugirió que cualquiera de las puertas podría llevarnos a algo inesperado. Con una expresión de cierto escepticismo, uno de nosotros tomó la iniciativa y comenzó a inspeccionar las puertas con iluminando con la linterna de su celular. Tras varios segundos de análisis, reveló que la puerta correcta sería aquella que desprendiera un olor desagradable, según su razonamiento, el mal y lo humano a menudo se encuentran en lo más vulgar.

Con el aroma identificado, la puerta de la derecha parecía ser la indicada. La abrimos, y entramos en una gran sala que parecía diseñada para un encuentro de almas perdidas. La luz tenue y vacilante que iluminaba el salón creaba una atmósfera cargada de misterio. En el centro, un grupo de mujeres danzaba con un entusiasmo casi hipnótico, mientras los hombres, observando desde los márgenes, se limitaban a fumar, beber y reír, algunos más audaces, se atrevían a acercarse a las danzantes.

El comportamiento de estos hombres era peculiar. Algunos de los más atractivos intentaron unirse al círculo de baile, pero fueron rápidamente ignorados. Viendo esto, uno de nosotros, que parecía haberse pasado de alcohol, no dudó en acercarse, con sus movimientos torpes y descoordinados. Lejos de rechazarlo, las mujeres comenzaron a animarlo, provocando que el hombre continuara con su actuación ridícula, saltando y riendo de manera descontrolada.

Nosotros, viendo lo que sucedía, nos dejamos llevar por la atmósfera. No pasó mucho tiempo antes de que todos estuviéramos en la pista, bailando con una libertad y desinhibición que nunca habíamos experimentado antes. Aunque nuestras habilidades de baile dejaban mucho que desear, no importaba. La música y la locura del momento nos arrastraron a un mundo donde el ritmo era solo una excusa para la comunicación.

Al final de la noche, ya al amanecer, salimos del lugar con una sensación de extraña satisfacción. Cuando nos encontramos nuevamente en el bar, vimos que el hombre que había iniciado todo el alboroto se alejaba con una de las bailarinas, una mujer de mirada enigmática.

Nos acercamos a él antes de que se fuera y le preguntamos qué había sucedido en ese lugar. Él, con una sonrisa en el rostro, respondió con una reflexión profunda. Según su visión, las mujeres tienen una necesidad natural de comunicarse, y el baile, más allá de ser una forma de entretenimiento, es una de las maneras más puras y complejas de hacerlo. Aun cuando los movimientos sean torpes, lo que importa es la intención de conectar, de expresarse sin palabras.

"Tal vez por eso los hombres no saben bailar", dijo uno de nosotros.

Con una sonrisa en el rostro, él respondió con una reflexión profunda: "No es que los hombres no tengan la capacidad de bailar, sino que les falta valentía para hacerlo. El baile es una forma de comunicación mucho más poderosa que las palabras. Lo que ocurre es que los hombres temen lo que pueden expresar sin necesidad de hablar, por eso se resisten a unirse al baile. La palabra, en realidad, está sobreestimada; nadie ha logrado demostrar que decir 'te amo' sea más significativo que la elocuencia de un baile en la oscuridad."

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 90

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