
Desde tiempos inmemoriales, el nombre Eva ha sido sinónimo de vida y origen, aunque su verdadera esencia va mucho más allá de lo que comúnmente se cree. En sus raíces hebreas, Eva se denomina Ḥawwāh, palabra que alude a la idea de ser fuente de vida. Sin embargo, esa simple traducción esconde múltiples capas de significado y conexiones que se pierden si solo nos quedamos con la versión popular.
Hay evidencias que sugieren que el concepto de Eva proviene de antiguas creencias previas a la Biblia. Por ejemplo, entre los pueblos del Cercano Oriente, una figura femenina con atributos similares a Eva fue venerada: Kheba, una diosa de la fertilidad adorada en tiempos remotos en la región cercana a Jerusalén. Incluso, se ha especulado que esta divinidad pudo tener un vínculo con Kubau, una mujer poderosa que gobernó en Mesopotamia, consolidando así una mezcla entre historia y mito que dio origen a la imagen de la primera mujer.
Pero más allá de su posible origen como deidad o figura histórica, el misterio de Eva radica en la compleja relación entre su nombre y su simbolismo. Como habíamos dicho las raíces de su expresión en hebreo, significa vida, pero en arameo la misma palabra se asocia con la serpiente, el símbolo de la tentación y el conocimiento prohibido. Esta dualidad no es casual, sino que refleja un entramado narrativo donde Eva representa tanto el don de la vida como el riesgo y la transformación que implica la libertad de elegir.
En el relato del Génesis se dice que Eva fue formada a partir de una parte de Adán, pero la palabra que se usa no es “costilla” sino "costado" o “lado”. Esta distinción es importante porque la idea de “costilla” llegó a través de traducciones posteriores, especialmente la griega, que interpretaron el término como pleurá, un vocablo que abarca costado y costilla. Así, la imagen de Eva como alguien que nació de una costilla de Adán es una interpretación que se popularizó, pero que no refleja fielmente el texto original.
Por lo tanto, más que señalar una subordinación femenina, la creación de Eva desde el costado de Adán puede interpretarse como una metáfora de complementariedad. Ella no es un simple accesorio ni un ser inferior, sino alguien que comparte una parte fundamental del hombre, destinada a estar a su lado en igualdad y reciprocidad.
Este significado se profundiza en la expresión hebrea Ezer Kenegdo, que define el propósito de Eva. Ezer se traduce como ayuda o auxilio, pero no en un sentido pasivo o subordinado, sino como una intervención activa y decisiva. Kenegdo implica oposición, correspondencia o contraparte. Así, Eva es presentada como la compañera indispensable, el complemento que equilibra y enriquece a Adán, no un ser secundario.
El idioma hebreo también destaca esta conexión: la palabra para mujer, Ishah, deriva directamente de Ish, que significa hombre. Este origen lingüístico pone en evidencia que la mujer es concebida como surgida del hombre, pero con una función clara de acompañamiento y complemento, no de inferioridad. La etimología refleja una visión donde ambos sexos están vinculados en una relación de unidad y mutua necesidad.
Contrario a interpretaciones simplistas, la figura de Eva no debe verse como el producto de un hueso o una extremidad cualquiera, sino como parte esencial del costado, el lado del ser humano que simboliza proximidad, igualdad y unión. Esta perspectiva desmonta la idea de dominación masculina y subraya el carácter igualitario y complementario de la relación original entre hombre y mujer.
La historia de Eva y Adán se convierte entonces en un relato sobre la unión y la igualdad primordial, donde ambos emergen de una misma esencia. La mujer no es creada a partir de materia inerte, sino desde la misma vida que sostiene al hombre, poniendo en evidencia su papel activo en el desarrollo humano y espiritual.
Desde este ángulo, Eva representa no solo la vida física sino también la fuerza creativa y la fuente del crecimiento. Su creación es un acto divino cargado de simbolismo, donde la transferencia de vida ocurre dentro de un vínculo estrecho y significativo, y no una imposición o castigo.
Recopilación
El PELADO Investiga
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