ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 107 | 05.09.2025

EL RETRATO DE DORIAN GRAY


En el Londres victoriano, un joven llamado Dorian Gray destacaba por su belleza cautivadora, tan pura y perfecta que parecía escapar al paso del tiempo. Su piel blanca, sus ojos profundos y su porte elegante lo hacían irresistible para todos quienes lo conocían. Un día, un pintor decidió inmortalizar su apariencia en un retrato, fascinándose no solo por su rostro, sino también por la energía y vitalidad que emanaba. Para el artista, Dorian representaba la perfección y la juventud absoluta, un ideal que no podía encontrar en ninguna otra persona.

Durante la sesión de pintura, el joven, absorto en su propia imagen, reflexionó sobre la fugacidad de la juventud. El tiempo, pensó, arruina la belleza; la vejez y las marcas de la vida lo transforman todo. Frente al retrato terminado, Dorian pronunció un deseo oscuro: “Ojalá pudiera permanecer siempre joven, y que el retrato envejeciera en mi lugar”. No era un simple capricho; era la expresión de un temor profundo a la decadencia y a la pérdida de lo que lo hacía especial.

Poco después, bajo la influencia de Lord Henry Wotton, un hombre de ingenio cínico y persuasivo, Dorian comenzó a explorar un mundo de placeres sin restricciones. Su mentor le enseñó que la única obligación era perseguir la felicidad y la belleza, sin importar el daño causado a otros. Con cada consejo, Dorian adoptaba una filosofía hedonista, abandonándose a sus deseos y dejando de lado la moralidad que alguna vez pudo haber tenido.

A medida que se sumergía en la vida de excesos, el retrato comenzó a cambiar. Cada acto egoísta, cada mentira, cada traición, cada crueldad que cometía quedaba grabada en la pintura. Mientras él seguía pareciendo joven y radiante ante los demás, su retrato se deformaba, revelando el deterioro de su alma. Este fenómeno se convirtió en un espejo silencioso de su corrupción, una prueba irrefutable de que la perfección exterior no puede ocultar la degradación interior.

Uno de los eventos más trágicos de su vida fue la relación con una joven actriz que se enamoró de él. Dorian, encantado por su talento y belleza, inicialmente la idealizó, pero pronto su amor se transformó en indiferencia y desdén. La muchacha desesperada por su rechazo, cayó en la tragedia y murió. La pérdida debería haber despertado remordimiento en Dorian, pero su creciente frialdad y su obsesión por la apariencia lo alejaban de cualquier compasión real.

Con los años, acumuló secretos y crímenes que jamás fueron visibles para el mundo. El retrato, guardado celosamente en su habitación, se convirtió en su confidente y testigo de su vida oscura. Cada golpe, cada pecado, cada acto de corrupción quedaba plasmado allí, mientras Dorian mantenía intacta su fachada de belleza. La pintura se volvió grotesca, un reflejo horrendo de lo que había llegado a ser por dentro, pero él seguía negando la evidencia, incapaz de aceptar la verdad sobre sí mismo.

Finalmente, la culpa y la desesperación comenzaron a pesar sobre él. Dorian comprendió que el retrato no podía destruirse, y que el precio de su deseo era mucho mayor de lo que había imaginado. Decidió enfrentar la fuente de su maldición. En un acto de desesperación, intentó destruir la pintura, pensando que al hacerlo liberaría su alma de la corrupción que lo consumía. Pero al clavar un cuchillo en el lienzo, ocurrió lo inesperado: su cuerpo se descompuso de inmediato, envejecido y marchito, mientras la pintura recuperaba su forma original y su belleza intacta. Su vida terminó de manera irónica, mostrando que la obsesión por la juventud y el placer puede conducir inevitablemente a la autodestrucción.

El mensaje central de “El retrato de Dorian Gray” es una advertencia sobre los peligros del hedonismo desenfrenado y la obsesión con la apariencia. Oscar Wilde nos recuerda que la belleza y la juventud son temporales y que la ética, la conciencia y la reflexión sobre nuestras acciones son esenciales para mantener la integridad del alma. El retrato funciona como una metáfora de nuestra verdadera esencia: los actos, las decisiones y la moralidad no pueden ocultarse para siempre; eventualmente, dejan huella en lo más profundo de nosotros.

Recopilación
El PELADO Investiga
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