ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 108 | 12.09.2025

TAMAR, LA SOBERANA DEL RECHAZO FEMENINO


En los antiguos mitos hebreos, su nombre se asocia con las palmeras. Árboles altos y solitarios, que ofrecen sombra y frutos a los viajeros, pero que viven aislados en su propia soledad. De manera similar, su figura en los relatos bíblicos refleja una existencia marcada por la frustración, la injusticia y el maltrato hacia la mujer, enfrentada a hombres rígidos y egoístas.

Fue una mujer atrapada en un matrimonio donde el afecto era inexistente. Su esposo, Onán, era conocido por su obsesión consigo mismo. Se complacía en privado y se negaba a compartir intimidad con ella, a brindarle caricias o un gesto de cercanía que le permitiera sentir placer o afecto. La indiferencia de su pareja la sumió en la soledad y en un profundo sentimiento de abandono.

Su desesperación no era solo emocional, sino también existencial. En un mundo donde la maternidad era un pilar de la identidad femenina, su incapacidad de concebir debido a la negligencia de su esposo se volvió una herida imposible de ignorar. Frente a la indiferencia y el desprecio, Tamar decidió actuar. Hasta ese momento había sido una esposa fiel y discreta, pero la falta de afecto y la frustración la empujaron a tomar decisiones extremas.

Según los relatos, optó por disfrazarse de prostituta para confrontar la injusticia de su vida. Sin embargo, su objetivo no era únicamente el placer ni la venganza. Lo que buscaba era ejercer control sobre su destino y acceder a la maternidad que su esposo le negaba. La historia se torna aún más compleja con la participación de su hermano Amnón. Él, siguiendo un plan calculado, fingió una enfermedad para atraerla a su cámara privada. Allí, abusó de ella y luego la repudió, dejándolo con la carga de un crimen que la sociedad de entonces apenas reconocía como tal. Para el pensamiento bíblico, aquello se reducía a un pecado, ignorando la violencia y el trauma que la víctima había sufrido.

Estos acontecimientos transformaron su figura en un símbolo ambiguo. Por un lado, refleja la injusticia de un mundo que condena a la mujer por actuar para sobrevivir. Por otro, en la Edad Media, su historia fue reinterpretada de manera oscura. Los cronistas de la época la incluyeron entre los demonios y súcubos más notorios del infierno. Se decía que Tamar, convertida en figura del desprecio femenino, ejercía su venganza desde las sombras.

En esa tradición, no solo representaba la rebelión ante la injusticia, sino también un poder temido: la capacidad de atraer, manipular y rechazar. Su goce no provenía del contacto físico, sino del control emocional sobre los hombres que la perseguían y nunca podían alcanzarla. Su figura era descrita como fugaz, huidiza, provocando deseo y frustración simultáneamente. Los hombres que intentaban acercarse eran atrapados en un juego de seducción y rechazo, experimentando la impotencia frente a una mujer que había aprendido a no depender de ellos para existir.

Su vida se convirtió en un acto de resistencia simbólica. Al vestirse como alguien más, al engañar y confrontar a quienes la habían herido, Tamar reclamó aquello que la sociedad le negaba: el derecho a decidir, a ser madre, a no ser pasiva ante la injusticia.

Al mismo tiempo, su leyenda, ilustra cómo la cultura y la moral influyen en la percepción de las mujeres que desafían normas. De heroína incomprendida a demonio castigador, su figura ha transitado por múltiples interpretaciones. En cada época, se refleja un temor social hacia la mujer que ejerce poder y deseo fuera de los límites impuestos. Su relato es, en cierto modo, un espejo de los miedos colectivos: el temor a la libertad femenina y al control de su propio cuerpo y destino.

Hoy, Tamar puede ser vista como un símbolo de resistencia y de empoderamiento, más allá de los mitos que la presentan como demonio. Su historia nos recuerda que la búsqueda de justicia, de reconocimiento y de libertad a veces obliga a transitar caminos que la sociedad no acepta, y que la resiliencia puede tomar formas que asustan a quienes no están acostumbrados a perder control.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 108

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