
Desde tiempos antiguos, la humanidad ha sabido que el agua es imprescindible para la vida —para cultivar, construir, transportar, enfriar o calentar—. Pero no todas las aguas se guardan con la misma veneración. Para los creyentes musulmanes, el agua del pozo Zamzam ocupa un lugar especial: muchos anhelan beberla, y quienes realizan la peregrinación al Hajj vuelven con ella como un tesoro para ofrecerla a sus seres queridos tras recorrer miles de kilómetros.
¿Qué la hace tan extraordinaria? En una palabra: su singularidad. Este pequeño aljibe, rodeado de árido desierto, brotó milagrosamente en pleno valle. A través de los siglos se ha mantenido constante, rebosante de agua clara aun cuando el calor y la multitud amenazarían con agotarla. Su pureza y buenas propiedades fueron reconocidas incluso desde tiempos modernos: análisis científicos revelan que su composición en minerales —como calcio, magnesio, sodio y otros— confiere al agua una estructura única, con pH levemente alcalino y con concentraciones de elementos beneficiosos para el organismo.
Además, algo que asombra: mientras los pozos comunes en climas cálidos sucumben a la proliferación de algas y bacterias, dejando rastros de impurezas, Zamzam permanece libre de contaminación biológica —una cualidad impresionante tanto para hidrólogos como para fieles.
La tradición narra que este pozo no existía siempre. Su historia arranca cuando Hagar —con su pequeño hijo Ismael— quedó abandonada en el desierto, sin agua ni sustento. Agobiada por la sed y el sufrimiento del niño, recorrió frenéticamente las colinas una y otra vez en busca de ayuda. Cuando ya parecía que todo estaba perdido, escuchó una voz: era un ángel que golpeó la arena con su talón, y de allí surgió un manantial. La mujer gritó “¡Zam! ¡Zam!” (¡Detente! ¡Detente!) para que esa agua no se perdiera. Así nació Zamzam. El agua brotó milagrosamente, salvando a Ismael de la muerte.
Con el tiempo, la fuente original fue olvidada. Los descendientes que habitaron la Meca, la tribu Jurhum, bloquearon Zamzam para mantener su privilegio. Muchas generaciones pasaron sin que nadie bebiera de su agua. Hasta que un hombre llamado ‘Abdul Muttalib, abuelo del profeta, tuvo visiones que lo guiaron a redescubrir el pozo. Obedeciendo esas visiones, lo reabrió. Aun así, los mecanos se lo disputaron. El conflicto parecía insuperable, hasta que una caravana, al quedarse sin agua en medio del desierto, fue salvada inesperadamente cuando el camello de ‘Abdul Muttalib raspó la tierra y volvió a brotar Zamzam. Eso bastó para que le reconocieran como legítimo protector del pozo. Desde entonces, él y su familia mantuvieron el privilegio de suministrar agua a los peregrinos.
Hoy, sigue fluyendo. Está ubicado a pocos pasos de la Kaaba, en la Mezquita Sagrada de Meca, y aunque su boca original esté cubierta, su agua se distribuye mediante redes modernas, dispensada en grifos y bidones para quienes la buscan.
Pero el valor no es sólo espiritual o simbólico: los estudios actuales confirman que esta agua tiene relieve químico real. Un análisis por espectrometría de plasma (ICP-MS) detectó 52 elementos: proporciones elevadas de calcio, magnesio, sodio y litio, y prácticamente ausencia de metales pesados peligrosos como plomo, mercurio o cadmio. La investigación sugiere incluso posibles efectos beneficiosos sobre el metabolismo, la función renal y la salud cardiovascular, aunque recomiendan más estudios.
Tal pureza lo vuelve un agua “bendecida”: su sabor permanece intacto, sin necesidad de cloración ni tratamientos, y muchos aseguran que sus cualidades terapéuticas —desde alivio digestivo hasta refuerzo de huesos y dientes— lo distinguen de cualquier otra.
En el corazón de Meca, Zamzam no es sólo un pozo: es un milagro expectante a cada sed, un legado que se renueva sin agotarse. Es agua que une historia, fe y ciencia; que corre por siglos sin marchitarse, ofreciendo alivio, pureza y consuelo.
En el próximo expediente, exploraremos con detalle la situación contemporánea de Zamzam: cómo se gestiona su explotación ante la enorme demanda mundial, los mecanismos técnicos que garantizan su limpieza y suministro continuo, y los debates sobre su sostenibilidad frente al crecimiento constante de peregrinos. Pero antes de adentrarnos en esos desafíos modernos, conviene recordar su origen legendario y su naturaleza milagrosa —elementos que le confieren un lugar único en el corazón del mundo islámico.
Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 119