A las brujas se les atribuyó la capacidad de volar gracias al uso de un ungüento volador. Las terribles cazas de brujas europeas durante los siglos XV al XVII llevaron a la hoguera a decenas de miles de personas inocentes, casi todas mujeres. Acusadas de propiciar toda clase de desgracias, desde catástrofes naturales hasta muertes de niños.
Los tribunales de la Inquisición tenían, principalmente, dos cosas en cuenta a la hora de condenar a muerte a las brujas: que hubieran hecho un pacto con el diablo (a cambio de favores y poderes) y que hubieran viajado mágicamente para acudir a las reuniones de brujas, los Sabbat. Para sus viajes a las juntas de brujas, desde el siglo XVII llamadas Aquelarres, empleaban –a juicio de sus acusadores- un apestoso ungüento volador verdinegro, cuya receta había inspirado el mismo diablo.
El ungüento volador era esencialmente una mezcla de grasas y ciertas plantas "mágicas" que permitía a las brujas recorrer grandes distancias en medio de la noche y perpetrar sus maleficios, volando sobre una escoba o convertidas en un animal. Sin embargo, las propiedades sobrenaturales de tales plantas, así como el vuelo de las brujas, tienen una explicación más terrenal.
La mezcla de ciertas hierbas con propiedades psicotrópicas y alucinógenas, frotada por el cuerpo, se absorbía a través de la piel y provocaba ensoñaciones y delirios que podrían haber justificado la creencia en los vuelos de las brujas. Hay muy pocas fuentes directas sobre este ungüento verde, pero se han identificado cuatro plantas que lo componían, estas son venenosas que contienen drogas muy potentes, cuyos efectos tóxicos pueden producir la muerte de animales y personas.
Belladona
Utilizada desde la Antigüedad, especialmente en los ritos orgiásticos de Dionisio, se hizo famosa por el uso que le dieron las mujeres italianas durante el Renacimiento. Unas pocas gotas en los ojos tenían el efecto de dilatar las pupilas y hacer que se entrecerraran ligeramente los ojos, lo que formaba parte de los cánones de belleza de la época. De ahí proviene su nombre: "Bella Donna" ("Mujer Hermosa", en italiano). Apodada "Cereza el Diablo", contiene varios principios activos, como la atropina, hiosciamina y la escopolamina. Ingerida mediante infusión o aplicada en ungüentos, provoca alucinaciones y sensación de estar volando, de salir del cuerpo o de transformarse en un animal.
Mandrágora
Desde la Antigüedad, especialmente en Egipto, la mandrágora ha sido reconocida por sus propiedades afrodisíacas y narcóticas, sumergiendo a quien la consume en un estado cercano al sueño. Las leyendas afirmaban que la planta gritaba al ser arrancada de la tierra, provocando la muerte de quien escuchaba tales gritos. Sus usos rituales, así como la extraña forma antropomorfa que puede adoptar su raíz, la convirtieron en la planta mágica por excelencia en Europa. Sus principios activos, también presentes en el resto de plantas de nuestra lista, son alcaloides muy venenosos que pueden provocar delirios, convulsiones y hasta la muerte.
Beleño Negro
Común en Europa, se conoció durante la Edad Media como "La Hierba de las Brujas". Fue objeto de muchos rituales y numerosas creencias. También están documentados sus usos medicinales por parte de los antiguos egipcios desde tiempos de los papiros de Eber (1500 a. C.). Dioscórides lo describió como anestésico en el siglo I. Las curanderas medievales lo usaban para preparar brebajes y hechizos de amor. La intoxicación por Beleño incluye palpitaciones, sensación de estar flotando, alucinaciones y pérdida del control muscular. Sus propiedades alucinógenas la convierten en una planta muy peligrosa.
Estramonio
Conocida como "La Trompeta del Infierno", esta planta venenosa, maloliente aunque de bellas flores blancas, crece en cualquier escombrera y en los bordes de los campos. Su uso se documenta desde la Antigüedad clásica. A bajas dosis puede provocar una especie de borrachera, induciendo un estado de euforia. Pero se trata de una planta muy tóxica y, conforme se aumenta la dosis, acarrea efectos adversos graves, como arritmias, convulsiones y coma. Hoy en día los alcaloides de estas plantas solanáceas todavía se utilizan en ciertos medicamentos para tratar espasmos, náuseas, cólicos o en la pre anestesia. Algunos derivados de la escopolamina se emplean como parte del tratamiento de la enfermedad de Parkinson.
Las mujeres que se dedicaban a la curandería en el pasado tenían muchos puntos para ser acusadas de brujería. Manejaban la botánica y confeccionaban pócimas y remedios con plantas de su entorno, para aliviar enfermedades. Era fácil que los retorcidos demonólogos de la época asociaran ciertas experiencias psíquicas y alucinatorias, propias de intoxicaciones accidentales o dadas en contextos lúdicos, con malvadas reuniones para adorar a Satán.
Las acusaciones inquisitoriales incluían la macabra idea de que el ungüento verde estaba elaborado a partir de la grasa de niños no bautizados asesinados. Esto, por supuesto, era parte del alarmismo que pretendía contagiar el miedo entre la población. Tanto el maléfico ungüento verde de las brujas como los Aquelarres fueron probablemente un malintencionado invento para dar forma al mito de la bruja que se quería perseguir. Un invento que muchas acusadas confesaron como auténtico, por miedo a las torturas y la muerte.
Recopilación
El PELADO Investiga
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