Gremlins, una palabra que evoca la divertida película de los ochenta dirigida por Joe Dante, se atribuye comúnmente al novelista Roald Dahl por su cuento infantil “Los Gremlins” de 1943. Originalmente concebido como propaganda antinazi para niños, el término se arraigó en el argot de la Royal Air Force (RAF) durante la Segunda Guerra Mundial. Dahl, quien sirvió en Oriente Medio y experimentó un aterrizaje forzoso en el desierto libio, quizás inspirado por su habilidad, introdujo la idea de pequeños demonios verdes saboteadores.
La creencia en la intervención de estos traviesos duendes en los percances inexplicables durante los vuelos se extendió entre los pilotos británicos, especialmente en las Unidades de Reconocimiento Fotográfico en Malta. Se comparaba a los Gremlins con “Titivillus”, un demonio medieval mencionado por monjes escribientes para justificar errores de copia. En la tradición anglosajona, cada hogar albergaba un espíritu similar vinculado a las herramientas.
El fenómeno también se manifestó en cortometrajes animados durante el enfrentamiento bélico, como “Falling Hare” de 1943, donde Bugs Bunny confronta a estos diablillos. Además, “Russian Rapsody” de 1944, inicialmente titulado “Gremlins from the Kremlin”, los presenta derrotando a Adolf Hitler. Estos cortos contribuyeron a popularizar la figura de estos entes como seres molestos y traviesos.
Así, los Gremlins, que comenzaron como personajes de cuento infantil, se convirtieron en parte integral de la mitología aeronáutica durante la Segunda Guerra Mundial, dejando una marca duradera en el imaginario colectivo y en la iconografía de la aviación militar.
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