ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 62 | 04.10.2024

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JIKININKI, EL DEVORADOR DE CADÁVERES

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En las remotas tierras montañosas de la región de Mino en Japón, un sacerdote de la Escuela Rinzai del Zen, Muso Kokushi, se encontró en medio de una experiencia sobrenatural que dejó una marca imborrable en su vida y en la tradición budista. Este relato, impregnado de misterio y redención, nos sumerge en la leyenda de Jikininki, el monstruo devorador de cadáveres.

Muso, dedicado seguidor de la filosofía zen que aboga por la revelación de la verdadera naturaleza a través del trabajo arduo, se encontraba viajando por la solitaria región de Mino. La noche le sorprendió antes de lo esperado, y la perspectiva de dormir bajo las estrellas parecía inevitable. Sin embargo, su fortuna giró cuando descubrió una pequeña ermita en su camino.

Al acercarse en busca de refugio, fue recibido por un monje malhumorado que le negó la posada, alegando que debería dirigirse a un pueblo cercano donde encontraría alimento y refugio. Kokushi, desconcertado por la actitud del religioso, se encaminó al pueblo y fue recibido con calidez en la casa del magistrado local. Lo que desconocía era que la mansión estaba sumida en el luto, ya que el padre del heredero recientemente había fallecido.

El joven compartió la trágica noticia, revelándole que partirían hacia la aldea vecina, donde la tradición dictaba que los fallecidos debían permanecer solos en sus hogares. Muso lamentó no haber llegado antes para oficiar la ceremonia, ofreciéndose a quedarse velando al difunto. Mientras realizaba sus rituales en silencio, una presencia macabra emergió de las sombras.

La criatura, grotescamente similar a un cadáver en descomposición, con garras terroríficas, se abalanzó sobre el cuerpo del magistrado devorándolo vorazmente. Acto seguido, se alimentó de las ofrendas y desapareció en la oscuridad. Muso, testigo atónito de esta escena, aguardó a la mañana siguiente para compartir la experiencia con sus anfitriones.

Lo que descubrió al hacerlo dejó perplejos a quienes le escuchaban. Ninguno se sorprendió por la presencia de la criatura, identificándola como Jikininki. Cuando cuestionó por qué el monje de la ermita no realizaba ritos funerarios, la respuesta reveló un giro sobrenatural en la historia. Resultó que, según los lugareños, no existía ninguna ermita ni monje en esa zona.

Decidido a explorar este enigma, retomó el camino y, para su falta de sorpresa, encontró al mismo monje malhumorado. Este, en un acto de arrepentimiento, reveló su verdadera identidad como Jikininki, un humano convertido en monstruo por sus pecados durante su vida terrenal.

El confeso admitió su rechazo a realizar rituales funerarios, lo que le valió la condena a devorar cadáveres. Atormentado por su existencia errante, pidió a Kokushi que realizara el ritual budista Segaki, destinado a otorgar descanso a almas en pena incapaces de satisfacer su apetito espiritual.

Tras la realización del rito, el alma atormentada de Jikininki finalmente encontró la paz, y en el lugar de su sufrimiento se erigió una tumba, marcando el cierre de un capítulo oscuro en la leyenda local.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 26

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