En Japón, tierra de contrastes entre la antigüedad y la modernidad, se entrelazan tradiciones, leyendas y mitos. Entre estas narrativas, destaca la aterradora leyenda de Hachishakusama, un mito urbano que ganó popularidad en Internet en 2008, aunque sus raíces se remontan a experiencias antiguas.
El nombre se traduce como "la dama de 8 pies de altura". "Hachi" representa el número 8, "Shaku" alude a una unidad de longitud japonesa antigua de aproximadamente 2.5-3 metros, y "Sama" significa "señora" o "dama" como título de respeto. Según la leyenda, un joven de dieciocho a veinte años comparte en primera persona un oscuro encuentro infantil con esta mujer, descrita como una figura espectral que viste un largo vestido blanco y emite un inquietante sonido de risa, "po...po...po...po...".
Este ente se dedica a buscar niños para secuestrarlos y, según muchos relatos, devorarlos. En caso de que el niño logre escapar, se le advierte que no debe regresar al lugar del encuentro inicial, ya que la mujer persistirá en su acoso hasta llevárselo consigo. La leyenda sugiere que Hachishakusama fue encerrada en cuatro estatuas Jizo, representaciones del bodhisattva Jizo Bosatsu, guardián de los viajeros y los niños. Estas estatuas simbolizan el cuidado de las almas de los niños fallecidos prematuramente, pero una de ellas se rompió, liberando al espíritu.
Se cuenta que, al manifestarse, puede mostrar un rostro hermoso o uno sin facciones, dependiendo de la persona que la presencie. La leyenda alcanzó notoriedad a través de un relato en Internet, donde un joven afirmó haber sobrevivido a un encuentro con la mujer de ocho pies durante su infancia. Según la historia, el abuelo llamó a alguien por teléfono y tomó medidas para proteger al niño. Con el conocimiento de que el espíritu había mostrado interés en él, decidieron buscar la ayuda de una bruja. La hechicera, mediante rituales protectores, logró mantener a raya a la entidad durante una noche aterradora.
La estrategia incluyó colocar tazones de sal en cada esquina de la habitación, una imagen de Buda ante la cual el niño debía rezar cuando sintiera miedo, y un trozo de pergamino que debía sostener en sus manos en todo momento. Encerrado en su habitación hasta la mañana siguiente, el pequeño escuchó los aterradores cantos, la risa y ruidos de la fantasmagórica mujer, pero resistió las artimañas del espectro gracias a las instrucciones de la pitonisa.
Al amanecer, liberaron al niño y lo llevaron fuera del pueblo. Aunque le advirtieron que no levantara la cabeza, el niño, inevitablemente, vio a Hachishakusama ondeando su vestido blanco. La nigromante rezó intensamente, logrando que los cantos del demonio cesaran. Así, el niño logró escapar de sus garras aterradoras, con la condición de no regresar jamás a la casa de sus abuelos.
Recopilación
El PELADO Investiga
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