ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 59 | 13.09.2024

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EL TEMIBLE TORO DE FÁLARIS

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Hoy en día, el debate sobre la pena de muerte gira en torno a su moralidad, pero hace no tanto tiempo, ni siquiera se discutía su justificación. Lo que sí generaba controversia era cómo debía realizarse la ejecución. Había quienes defendían que debía ser rápida e indolora, para permitir al condenado mantener algo de dignidad, mientras que otros creían que debía ser un ejemplo para la sociedad, haciendo que el tormento del condenado sirviera como advertencia para los demás.

En la antigüedad, los métodos de tortura y ejecución eran brutales. Ejemplos como la crucifixión o el empalamiento no solo eran formas de castigo, sino también de tortura. A diferencia de métodos más rápidos como el fusilamiento o la inyección letal, estos castigos eran lentos y extremadamente dolorosos.

Entre los instrumentos de tortura más aterradores de la historia, uno de los más crueles fue el Toro de Fálaris. Este dispositivo lleva el nombre de Fálaris, un tirano que gobernó en el siglo VI a.C. en la ciudad de Acragante, hoy conocida como Agrigento, en Sicilia. Bajo su gobierno, la ciudad vivió un periodo de prosperidad, pero el dictador era conocido por su crueldad extrema y su "creatividad" al castigar a sus enemigos. Se decía incluso que practicaba el canibalismo y tenía una particular predilección por torturar a niños pequeños.

En una ocasión, pidió a Perilo de Atenas, un renombrado escultor y herrero, que diseñara una nueva máquina de tortura que infundiera terror en quienes osaran desafiarle. Perilo propuso una solución tan ingeniosa como macabra: una estatua de cobre hueca en forma de toro. Para ejecutar a los condenados, se abría un compartimento en un costado de la figura y se introducía al prisionero dentro del toro. Luego, se encendía una hoguera bajo el artilugio, lo que hacía que el metal se calentara al rojo vivo, cocinando viva a la víctima. El humo y los gritos de dolor de la persona atrapada dentro salían por dos agujeros en la nariz del toro, imitando el bramido de un toro real.

Fálaris quedó fascinado con su nueva "juguete", pero quería estar seguro de su efectividad. En un acto que reflejaba su brutal reputación, decidió probar el dispositivo con su propio creador, Perilo, ordenando que fuera arrojado dentro del toro para morir asado.

Según algunas crónicas de la época, el escultor no fue la única víctima de tan tétrica invención. En el año 554 a.C., un levantamiento popular puso fin al reinado del tirano. Se dice que la multitud enfurecida capturó a Fálaris y lo arrojó al interior de su propia máquina de tortura, terminando así su vida entre los mismos bramidos que él tanto había disfrutado escuchar.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 55

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