Un análisis reciente de más de 98,000 avistamientos de fenómenos aéreos no identificados (FANI) ha revelado áreas de concentración, o “puntos calientes”, especialmente en el oeste y noreste de los Estados Unidos. Este estudio geográfico, realizado por expertos en Utah, se basa en datos recopilados por el Centro Nacional de Investigación de Fenómenos Aéreos, y los resultados parecen desafiar la teoría de que estos avistamientos pueden explicarse únicamente por factores psicológicos o sociológicos.
De acuerdo con los autores del estudio, es esencial realizar un análisis profundo de estos eventos para determinar si pueden representar una amenaza potencial para la seguridad nacional. Uno de los principales investigadores del proyecto, el profesor de Geografía David Morales, afirma que “el oeste de los Estados Unidos ha mantenido una relación histórica con los FANI”, aludiendo a áreas famosas como el Área 51 en Nevada, Roswell en Nuevo México y el Rancho Walker en Utah. Según Morales, estas zonas, además de contar con una población que disfruta de actividades al aire libre en espacios abiertos, son escenarios ideales para la observación de fenómenos aéreos extraños.
El informe, publicado en una revista científica de gran prestigio, examina varios factores que podrían influir en la aparición de estos avistamientos. Los expertos consideraron elementos como la visibilidad del cielo —afectada por la contaminación lumínica, las nubes y la densidad del dosel de los árboles— y la cercanía a aeropuertos o instalaciones militares, que podrían aumentar la posibilidad de que los objetos sean detectados.
Uno de los principales hallazgos del análisis es que la mayoría de los avistamientos se concentran en el oeste del país, una región caracterizada por cielos despejados y amplios espacios abiertos. Estas condiciones geográficas, junto con el tráfico aéreo y la actividad militar, hacen que sea más probable detectar objetos no identificados en el cielo, aunque su naturaleza exacta siga siendo un misterio. El estudio también identificó “puntos fríos” o áreas con un bajo número de avistamientos, en contraste con los “puntos calientes” del oeste y noreste.
“Si los avistamientos fueran causados únicamente por efectos psicológicos o sociales, no observaríamos un patrón geográfico tan claro”, explican los investigadores. Al identificar estos patrones espaciales y relacionarlos con las características locales, el estudio ofrece una base científica para comprender mejor los avistamientos reportados tanto por civiles como por militares. El profesor asociado de geografía y coautor del estudio, Alberto Flores, subraya que existen múltiples factores que podrían influir en la aparición de estos informes de objetos anómalos, y que su análisis es clave para desentrañar los misterios que rodean estos fenómenos.
El análisis de estos avistamientos marca un avance importante en la comprensión de los fenómenos aéreos no identificados, según los autores. Aunque no se sugiere que todos estos objetos sean naves espaciales de origen extraterrestre, sí se plantea la posibilidad de que algunos de ellos puedan ser aeronaves no reconocidas, tecnologías avanzadas de países extranjeros o incluso dispositivos cuya naturaleza aún no comprendemos. La pregunta crucial que los investigadores buscan responder es: ¿qué está viendo realmente la gente?
Los autores del estudio destacan que, durante años, la academia evitó el estudio de los FANI debido al estigma asociado con los términos como “platillos voladores”. Sin embargo, la creciente preocupación por la seguridad nacional ha cambiado esta actitud, especialmente después de que el Congreso de los Estados Unidos y otras instituciones gubernamentales comenzaran a tomar en serio estos informes. Ahora, existe una creciente presión para investigar estos fenómenos desde un enfoque científico riguroso.
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El PELADO Investiga
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