ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 72 | 20.12.2024

PANCHO SIERRA


Francisco "Pancho" Sierra
nació el 21 de abril de 1831 en Salto, una ciudad de la provincia de Buenos Aires, en la República Argentina. Hijo de Francisco Sierra y Raimunda Ulloa, pertenecía a una familia de estancieros acomodados. Creció rodeado por la belleza del campo, donde encontró en la naturaleza una expresión divina que nutrió su espiritualidad y su dedicación a los demás. Para él, cada flor, cada amanecer y cada semilla eran manifestaciones del Creador, y en todo veía la presencia del Padre. Este contacto profundo con la vida lo hizo comprender su conexión con el universo.

Realizó sus estudios en Buenos Aires, como era costumbre entre los jóvenes de familias prominentes, pero regresó al campo, que siempre había sido su lugar de pertenencia. Allí, en medio del canto de los pájaros y la quietud de la llanura, halló el escenario perfecto para su transformación interior. Sobre su vida personal se sabe poco, ya que siempre mantuvo un hermetismo particular. Una relación con una joven llamada Nemesia marcó su juventud, pero al no prosperar ese amor, Pancho optó por una vida más introspectiva. Su estancia, "El Porvenir", situada entre Rojas y Pergamino, se convirtió en su refugio y el epicentro de su misión.

Generoso por naturaleza, permitía que numerosas familias vivieran en sus tierras sin costo alguno. Veía en esto una forma de vivir el mandamiento de amar al prójimo. Aunque su riqueza lo ligaba a los círculos de la alta sociedad, renunció a ellos para dedicarse a los más humildes, abrazando una existencia marcada por la entrega y el servicio.

En los últimos años de su vida, se casó con una viuda, pero guardó con recelo los detalles de esa etapa. Amaba las costumbres sencillas del campo: la música de guitarra, los versos gauchos y el mate. Su figura era imponente, con una cabellera y barba blancas, vestido siempre como un verdadero gaucho, y su palabra era cálida, reconfortante y segura.

Pancho Sierra encontró en "El Evangelio según el Espiritismo", de Allan Kardec, un libro que lo inspiró profundamente y que recomendó ampliamente, logrando una difusión notable en su región. Durante sus visitas a Buenos Aires, se relacionaba con figuras destacadas como Cosme Mariño y Rafael Hernández, participando activamente en la Sociedad Espírita "Constancia". Su capacidad para comunicarse con el mundo espiritual y su sensibilidad hacia la naturaleza lo convirtieron en un médium sanador reconocido, capaz de aliviar tanto a personas como a animales.

La gente acudía a su estancia en busca de consuelo y curación. Pancho empleaba métodos sencillos como pases, agua fluidificada y, en ocasiones, la imposición de manos. Una anécdota famosa relata cómo ayudó a un hombre paralítico que llegó en carreta; con palabras firmes y alentadoras, logró que caminara nuevamente, lo que fue recibido como un acto milagroso. Su compasión no se limitaba a los seres humanos, también ayudaba a animales enfermos que, según se decía, recuperaban su salud gracias a su intervención.

Conocido como el "doctor del agua fría", por utilizar el agua como herramienta de sanación, enfrentó críticas de médicos de su época, quienes lo acusaron de ejercer ilegalmente la medicina. Sin embargo, los humildes lo veneraban como un amigo y curador. Entendía que la verdadera medicina del futuro estaría vinculada con la espiritualidad y la conexión entre el cuerpo, el espíritu y el alma.

Pancho Sierra falleció el 4 de diciembre de 1891 en su estancia "El Porvenir" y fue enterrado en Salto. Su misión consistió en despertar las conciencias hacia la realidad espiritual, sanando tanto cuerpos como almas. Su legado permanece vivo, especialmente entre quienes han encontrado en su ejemplo una fuente de inspiración. Desde el plano espiritual, su figura de patriarca gaucho sigue irradiando amor y enseñanzas que trascienden el tiempo.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 73

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