ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 104 | 15.08.2025

LONGINOS


En el siglo I, durante la crucifixión de Jesús, un centurión romano cumplió una orden que cambiaría su vida y la historia del cristianismo. Este soldado, sin nombre en los evangelios canónicos, es conocido en la tradición cristiana como Longinos. La tradición sostiene que fue el centurión que, al ver morir Cristo en la cruz, atravesó su costado con una lanza para asegurarse de su muerte. De la herida brotó sangre y agua, y según la leyenda, algunas gotas cayeron sobre sus ojos, sanándolo de una ceguera que padecía. Este milagro lo llevó a reconocer a Jesús como el Hijo de Dios y a convertirse al cristianismo.

Su relato no aparece en los evangelios aceptados oficialmente, pero ha perdurado a través de escritos apócrifos y la tradición cristiana. En el Evangelio de Juan se relata que un soldado atravesó el costado de Jesús con una lanza, sin identificarlo por nombre. La figura del soldado con nombre surge en el Evangelio apócrifo de Nicodemo, compuesto en el siglo IV. Allí se detalla su identidad y el acto que realizó: “Y un soldado, llamado Longinos, tomando una lanza, le perforó el costado, del cual salió sangre y agua” (Evangelio de Nicodemo, capítulo 10, versículo 5).

Según la tradición, después de su conversión, abandonó su vida militar y se dedicó a difundir el cristianismo. Se dice que fue martirizado por su fe, aunque los detalles de su martirio varían según las fuentes. Algunas versiones sostienen que fue decapitado por orden del gobernador de Capadocia, mientras que otras afirman que sufrió una muerte más violenta.

Se lo asocia a la “Lanza del Destino”, también conocida como la “Lanza Sagrada” o la “Lanza de Longinos”, tras su uso en la crucifixión, pasó a ser considerada un objeto sagrado debido a su contacto con la sangre de Cristo. A lo largo de la historia, ha sido objeto de veneración y ha estado vinculada a diversas leyendas que le atribuyen poderes sobrenaturales. Una de las creencias más difundidas es que quien poseyera la lanza tendría el poder de dominar el mundo. Esta idea ha influido en diversas culturas y épocas, convirtiendo a la lanza en un símbolo de poder y victoria.

En la Edad Media, la lanza fue custodiada por diferentes monarcas y pasó por las manos de figuras históricas como Carlomagno y Federico Barbarroja. Se decía que su posesión otorgaba legitimidad divina al gobernante y aseguraba el éxito en las batallas. La lanza fue conservada en Viena, Austria, y se utilizaba en las ceremonias de coronación del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler, fascinado por la leyenda que atribuía poderes sobrenaturales a la lanza, la confiscó tras la anexión de Austria en 1938. La trasladó a Núremberg, donde permaneció durante el régimen nazi.

Tras la derrota de la Alemania nazi, la lanza fue recuperada por las fuerzas aliadas. Actualmente, se conserva en el Tesoro Imperial de Viena, donde se exhibe junto a otras joyas y reliquias imperiales. La lanza sigue siendo un objeto de gran interés histórico y cultural, y su historia continúa siendo objeto de estudio y fascinación.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 104

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