ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 115 | 31.10.2025

EL MISTERIO DE LOS PAULICIANOS


Los paulicianos fueron una secta cristiana de corte dualista, con raíces en el maniqueísmo, cuya historia se pierde en la penumbra de los siglos. El origen exacto de su nombre es incierto. Algunos autores antiguos lo vinculaban con los discípulos de Pablo, mientras que otros sostenían que era un término impuesto por sus detractores, sugiriendo que seguían a un Pablo de Samosata, aunque no existía conexión doctrinal entre ambos. Se han propuesto etimologías armenias, indicando que podría significar “seguidores del pequeño Pablo”, aunque la identidad de este “Pablito” nunca quedó clara. La primera referencia escrita aparece en un sínodo armenio de 719, donde se prohíbe pasar la noche en las casas de estos “malvados herejes”.

Su historia comienza con Constantino de Mananalis, quien se hacía llamar Silvano. Fundó la primera comunidad pauliciana cerca de Colonia en Armenia alrededor del año 657, este no dejó escritos, pero predicaba que el Nuevo Testamento, tal como él lo interpretaba en su “Evangelio y Apóstol”, debía ser la única guía para sus seguidores. Tras él, surgieron otros líderes como Simeón, conocido como Tito, quien inicialmente fue enviado por el emperador para erradicar la secta, pero terminó abrazándola; Gegnesio, José, Zacarías, Baanes y Sergio, quienes expandieron la comunidad estableciendo congregaciones por Armenia y la región de Ponto, nombrando a sus centros con referencias paulinas, como Macedonia o Éfeso.

Constantino predicó durante veintisiete años hasta que fue arrestado y lapidado por herejía. Tras su muerte, Simeón-Tito se convirtió en líder y, junto a otros seguidores, fue ejecutado. La sucesión interna estuvo marcada por disputas familiares y luchas por el poder. Pablo, otro líder armenio, fundó una congregación en Episparis y sus hijos, Gegnesio-Timoteo y Teodoro, se disputaron la jefatura de la secta. Con el tiempo, Zacarías y José-Epafrodito continuaron las peleas internas, y muchos miembros fueron eliminados por invasores o por conflictos internos.

Durante los siglos VIII y IX, los paulicianos fundaron nuevas comunidades en Asia Menor y mantuvieron presencia en el imperio bizantino. Algunos emperadores los persiguieron, mientras que otros, incluso iconoclastas, los protegieron, destacando la ambigüedad de su relación con el poder político. Muchos fueron trasladados a Tracia para defender fronteras, y establecieron un centro en Filipópolis, desde donde continuaron ejerciendo influencia política y militar, aunque sus conflictos con sarracenos, armenios y autoridades imperiales los marcaron constantemente. Bajo Basilio I, la secta fue derrotada militarmente, y su cuartel general fue destruido, poniendo fin a su capacidad de actuar como fuerza política, aunque sobrevivieron comunidades aquí y allá.

Su doctrina, se centraba en un dualismo radical: el mundo material era obra de un Dios maligno, mientras que el Dios del cielo, creador de las almas, era digno de adoración. Consideraban que toda la materia era mala y que el verdadero objetivo era la salvación del espíritu. Rechazaban el Antiguo Testamento, negaban la Encarnación y veían a Cristo como un ángel enviado por Dios, cuya verdadera madre era la Jerusalén celestial. Su Biblia consistía en un Nuevo Testamento fragmentario, priorizando los textos atribuidos a Pablo y Lucas. Rechazaban la autoridad de la jerarquía eclesiástica, los sacramentos tradicionales y las imágenes religiosas, sosteniendo que la verdadera comunión se obtenía escuchando la palabra de Cristo.

Su organización era singular. Los apóstoles y profetas fundadores tomaban nuevos nombres inspirados en personajes mencionados por Pablo, como Constantino llamándose Silvano. Debajo de ellos estaban los “compañeros-trabajadores”, que formaban un consejo, y los “notarios”, responsables de los textos sagrados y el orden en las reuniones. Sus congregaciones no se llamaban iglesias, sino “casas de oración”, y se permitía a los miembros ocultar sus creencias por miedo a la persecución, incluso viviendo como católicos externamente.

En la vida de los paulicianos hubo constantes acusaciones de inmoralidad por parte de sus enemigos, aunque internamente se consideraban cristianos auténticos y rechazaban toda etiqueta impuesta por terceros. Algunos líderes, como Baanes, recibieron apodos despectivos de sus opositores, pero los miembros se identificaban únicamente como cristianos. Su ideal era crear una comunidad espiritual que superara distinciones raciales y sociales, enfocada en la pureza de la fe y la práctica devocional.

A lo largo de los siglos, dejaron un legado que influiría en otras corrientes consideradas heréticas, como los “Bogomilos” en Bulgaria y los “Cátaros” en Occidente. Sus enseñanzas, preservadas en textos como “La Llave de la Verdad”, muestran un cristianismo temprano reinterpretado, basado en la lectura directa del Evangelio y en un rechazo de la autoridad eclesiástica y las supersticiones posteriores. Sus seguidores persistieron en pequeñas comunidades hasta la Edad Moderna, manteniendo vivas prácticas y creencias que desafiaban al poder establecido y ofrecían una visión alternativa del cristianismo.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 110

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