ESCUCHA EL #EXPEDIENTE Nº 115 | 31.10.2025

LA MENTIRA VIRAL QUE PARECÍA EXTRATERRESTRE


Una masa oscura se abre paso en internet. Todo comienza con un simple video, apenas unos segundos: una roca caída del cielo, metálica, pequeña, aparentemente inofensiva. Pero pronto, lo que parecía una piedra común empieza a cambiar, a retorcerse, a engendrar algo vivo. Brazos delgados como tentáculos se deslizan desde su superficie, buscando la luz, buscando contacto.

El muchacho que sube el video lo muestra con guantes, pero su voz suena nerviosa, excitada, como si en verdad no entendiera lo que sostiene. Cada clip dura poco, pero suficiente para despertar el hambre de los curiosos. La criatura negra parece crecer más rápido bajo el sol. A su alrededor, las plantas se marchitan al tocarla. El olor, dice él, es insoportable. Un hedor a quemado, a carne podrida.

Lo que comenzó como una publicación perdida en la maraña de TikTok pronto se convierte en furia viral. Cientos de miles de personas empiezan a seguir cada actualización. La masa viscosa es bautizada, comparada con un monstruo salido de los cómics. Y entonces, la maquinaria de internet hace lo que mejor sabe hacer: tomar lo extraño, lo inquietante, y transformarlo en espectáculo.

Mientras unos comentan con risas nerviosas, otros especulan que se trata de la primera evidencia de vida extraterrestre. ¿Un simbionte venido del espacio? ¿Un organismo que encontró en nuestro planeta la oportunidad de expandirse? La palabra ALIEN aparece una y otra vez, mezclada con emojis, teorías y memes. Y lo que parecía un fenómeno local se convierte en una obsesión mundial.

Pero algo se esconde detrás de esa fascinación. Porque mientras los videos se reproducen, mientras las visualizaciones suben en millones, muy pocos se detienen a cuestionar la verdad. ¿Qué tan fácil resulta manipularnos? ¿Qué tan sencillo es sembrar miedo, esperanza o pánico en una pantalla de apenas seis pulgadas?

Un cineasta especializado en fraudes paranormales afirma que todo huele a truco barato. Habla de químicos capaces de imitar crecimiento orgánico, de efectos visuales que cualquiera con paciencia y un poco de dinero puede replicar. Y tiene razón en algo: si una criatura capaz de devorar materia hubiera caído del cielo, ningún gobierno permitiría que siguiera en manos de un usuario anónimo de TikTok.

La mayoría prefiere creer lo contrario. Porque lo aterrador no es el montaje, sino la posibilidad de que sea real. La imaginación se dispara con más fuerza que la evidencia. Cada video editado, cada movimiento viscoso, refuerza la narrativa. Y lo peor: el algoritmo la alimenta. Cuanto más morboso, más visible. Cuanto más monstruoso, más recomendado.

Los seguidores del creador crecen a una velocidad absurda. Lo que antes eran cuentas con apenas un puñado de vistas ahora se transforman en centros de atención global. Lo extraño ya no necesita pruebas científicas: basta con un par de videos perturbadores, un tono conspirativo y la promesa de que “el mundo nunca volverá a ser igual”.

Y en ese juego de luces y sombras, la criatura se vuelve un espejo. No refleja un monstruo real, sino nuestra vulnerabilidad. Porque lo que parece nacido de las estrellas no es más que un hongo. Una forma de vida terrestre, conocida por los biólogos, con tentáculos rojos y un hedor fétido a cadáver. Un organismo que ya existía mucho antes de que alguien lo usara como carnada digital.

El terror no está en el hongo, sino en cómo fuimos arrastrados por su historia. Una simple narrativa, repetida con la cadencia precisa, que logró hacernos dudar de todo. Y es ahí donde el verdadero monstruo se revela: no viene del cielo, no nació en un meteorito, sino que se esconde en los algoritmos que gobiernan las redes sociales. Ese ente invisible que decide qué ves, qué crees, qué sientes.

Millones de personas quedaron atrapadas en la idea de que un ser de otro mundo podía estar creciendo en un patio cualquiera. Algunos rezaron, otros se burlaron, otros cayeron en pánico. Pero todos, sin excepción, fueron presas de la misma criatura intangible: la mentira viral.

Internet convirtió un hongo en un alienígena. Una piedra en un meteorito. Un usuario anónimo en un profeta del apocalipsis. Lo que más miedo debería darnos no es lo que cayó del cielo, sino lo que se elevó desde nuestras pantallas. Porque lo que realmente crece, cada segundo, con cada clic, es algo mucho más oscuro que cualquier tentáculo extraterrestre: la manipulación colectiva.

Y si esta historia nos deja una lección, no es sobre extraterrestres, ni sobre hongos disfrazados de monstruos. Es sobre cómo la inteligencia artificial, la edición digital y el poder de las redes sociales están reescribiendo la frontera entre lo real y lo ficticio. La próxima vez, tal vez no sea un hongo inofensivo. La próxima vez, tal vez la criatura no solo exista en video.

La pregunta que queda es: ¿seremos capaces de distinguirla? ¿O ya hemos perdido la capacidad de diferenciar lo real de la ficción?

Porque lo más aterrador de este relato no es lo que vino del cielo. Es lo que ya habita en nosotros.

Recopilación
El PELADO Investiga
# EXPEDIENTE 111

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